lunes

La polarización política como reflejo de la superficialidad contemporánea

El ser humano tiene la necesidad innata de acotar y categorizar lo real. Lo que acontece. Política, sociedad, cultura...cada cosa en su envase. Como si lo real no fuese fluído, o sus consecuencias no fuesen más que reflejos de una misma luz causal.

En política, desde la misma conceptualización del término, encontramos el zénit de la cuestión. Bajo el prisma dicotómico de derecha e izquierda (o su rechazo total, el ser apolítico) analizamos lo real, la sociedad, la economía, la salud, la educación o el trabajo. 

En este contexto, en el de un yo que pienso así contra un otros que piensan de otra manera, cual partido de fútbol, los matices se difuminan para semplificar los bordes que colapsan en dicha confrontación. O dicho de otra manera: creo que la polarización política actual, que genera violencia y confrontación contínua a nivel mundial, no sea otra cosa que consecuencia de la superficialidad con la que tratamos las cosas. Vivimos en la era de lo inmediato, de no profundizar y quedarnos con la superficie de lo que conocemos. En superficie, me parece X, por tanto, clasificado queda como X. Sin matices. Ergo, estoy a favor o en contra. Polarización y superficialidad

Cabría esperar, al menos desde un punto teórico, que la polarización y diferencias de ideología dependiesen de un análisis profundo de los pormenores de cada una de las cuestiones. Sin embargo, es justo lo contrario, es propio por la inmediatez con que superficialmente tratamos esas cuestiones el motivo por el cual se marcan más las diferencias, sutiles en muchas ocasiones e incluso contrario a la idea de fondo que se pretende defender, en muchos casos. 

Consideremos por ejemplo el tema del trabajo. De la jornada laboral. Hace más de un siglo, se decidió dividir las 24 horas del día en tres partes iguales: 8 horas para dormir, 8 horas para trabajar y 8 horas de ocio. Aunque el ocio fuese, trabajar para uno mismo, para la casa o convivencia familiar, y en el se incluyese también el tiempo para alimentarse. Los tiempos han cambiado y veo lícito preguntarse: ¿De verdad, con la tecnología actual, es necesario pasar 8 horas al día de frente al ordenador? ¿Son ochos horas productivas, 40 a la semana? O quizás, sea simplemente costumbre y conformismo. Es así, debo hacer 8 horas, ya veré como expandir todo para tenerlas ocupadas.

Esta batalla, la de la reducción de jornada laboral, parece atribuirse a un pensamiento de izquierdas. Pero, ¿de verdad interesa solo al trabajador? En una sociedad de consumo, mayor tiempo libre es igual a mayor consumo, ¿cómo puede estar en contra una sociedad capitalista de algo que incrementa el consumo? Y digo más, en todos los test realizados hasta la fecha, la reducción de la jornada laboral ha aumentado la productividad . Y, seamos sinceros, en el fondo lo sabemos. Lo que hacemos en 8 horas dilatando tiempo que damos por perdido, por tiempo de oficina, lo podríamos hacer en seis. Entonces, ¿por qué es material de polarización? Nuevamente, la superficialidad. La vagueza del empleado contra la ambición altruista del emprendedor.

Ahora saltemos a la inversión de la pirámide demográfica, La baja natalidad y sus causas. Pero sobre todo sus consecuencias, ya hoy crecen las ciudades donde el número de jubilados supera al de la población activa. Y con la baja natalidad, estos números no harán que empeorar. Este aspecto de la realidad, la defensa de la natalidad, es una lucha que se relaciona normalmente a la derecha, pero, ¿por qué?. ¿No es la prospectiva de una jubilación justa una lucha obrera? Y sobre todo, una de las causas por las que jóvenes parejas no tienen hijos es porque les resulta imposible. 

Como padre de dos hijas criadas lejos de cualquier familiar que pueda dar una mano, lo puedo asegurar. Si no fuese por la flexibilidad laboral de la que gozo, sería imposible. Trabajaríamos solo para pagar una baby-sitter. Y somos un ejemplo con suerte. En una ciudad en la que no existen atascos ni tráfico. No quiero imaginar en grandes ciudades o con trabajos clásicos de ocho horas en oficina.

Y es, en este punto, donde confluyen las dos batallas consideradas como bandera de polos opuestos. La reducción de la jornada laboral es una manera directa de favorecer el aumento de la natalidad. No hace falta analizar demasiado para darse cuenta. Pero sí que hace falta, al menos, analizar. Y no pasar por encima confirmando los propios y preconcebidos prejuicios.

Y como éste hay tantos ejemplos. Tantas luchas de la derecha cuyas consecuencias ayudarían a la izquierda y viceversa. Depende de la capacidad holística de cada uno y de la amplitud de miras. En el fondo, creo que vivir en los extremos es un mal modo de semplificar todo sin realmente profundizar en nada. Como decía la genial e irónica canción del cantautor italiano Giorgio Gaber ¿Qué es la derecha?¿Qué es la izquierda?. Todos echamos culpa a la historia, pero yo pienso que la culpa es nuestra. 

domingo

Gritos de muerte para vidas entretenidas

No es el grito desesperado lo que mueve la empatía, sino la empatía la base que nos hace escuchar ese grito. El grito es ahora, es presente. Era pasado, pero ahora está entre nosotros. Y duele. Duele porque amargo y oscuro es su futuro. Porque nos entrenemos en el bien o en el mal. O entre dos polos. Porque ignoramos. Porque no somos, no sentimos, no actuamos, no empatizamos. 

Banal o intelectual, cambia poco. Distraemos nuestra existencia en pos de no sufrir. De no sentir el lacerante dolor ajeno, de no oir el grito. Hablamos de números y víctimas para evitar el dolor. Como si ese número en el que transformamos cada una de esas vidas no tuviese padres, hermanos o hijos en carne y hueso. Como si deshumanizar fuera humano

Nos desgastamos en lo perecedero, lo fugaz. Cualquier mundano ruido mejor que escuchar nuestra voz. Voz ronca y rauca de tanto grito sordo y asordante. Y me incluyo, miro al pasado y pienso "como pudo suceder", "por qué casi nadie alzó la voz" y ahora creo entenderlo. Por desgracia. 

Disparar y matar a gente que huye, la famosa espantá de Málaga, una gran atrocidad histórica, es comparable a los hechos de estos días. Disparar y matar a civiles que buscaban algo para comer. Pero dicho así es frío y cínico. Números de nuevo. 

Lo sucedido, lo que aun sucede, es esa madre con su hija, cuyo padre ha muerto. Que ha huído con su hiuja evitando bombas y soldados. Durmiendo al raso, pasando frío y sin comer durante días. Esa madre que tras sufrir lo insufrible decidió fiarse. Pensando: es ayuda humanitaria, nadie mataría a alguien que la recibe. Tan pobre no ha de ser el alma humana. Y lo fue. Y lo es.

Y de nuevo un grito unánime, punzante. Duele en el alma, tanto que lo rechazamos. Por mera supervivencia. por no perder la fe en lo que somos. 

No ignoremos ese grito. Porque el tiempo pasará y no entenderemos porque lo hemos permitido. Pero, sobre todo, ese grito nos atravesará dejando nuestra empatía malherida. Y las heridas del alma, son tormentos de vida

lunes

El color del momento que seca la tinta

Fue hace muchos meses. Nebulosas, eones, años luz. Lo que se quiera que represente infinidad. Hace mucho que encontré inspiración o justificación para escribir sobre mi dificultad para escribir. Y a pesar de lo autoreferencial del tema, no logré escribirlo.

Laberinto absurdo y obtuso del que hoy salgo, aunque con dudas. No recuerdo bien el argumento, sí haberlo escrito en alguna libreta, aunque no lo buscaré. Nunca fui de releer lo que escribo, no lo seré tampoco en este momento. 

La chispa la originó Silvia Pérez Cruz y su encandiladora voz en una entrevista. Ella hablaba, como nadie, de la inspiración, de las musas y de como el momento de la vida influye en la fantasía propia. Que en mi caso considero otra línea temporal. Mi vida es lineal, mi fantasía vital no

El punto es que, en algún momento de la agradable entrevista dejó entrever algo que comparto. Es más fácil escribir, crear, dejarse fluir o explayarse desde el sufrimiento, el trauma o la tristeza. Lo negativo da riendas y alas a la mente creativa. Obliga a alzarse, henchir el pecho y escupir letras y palabras exorcizando el dolor. 

Coincido en ello. Las sensaciones negativas hacen replegarse en uno mismo. Y pasando tiempo con uno mismo es como se es capaz de aflorar y florecer el pensamiento de dentro hacia fuera. 

Añadiría, sin embargo, otra arista. Puede parecer consecuencia de la anterior, pero son hijos de distinta madre. La alegría y la constancia de cuán se es feliz en el momento presente, te hace querer vivir con la máxima presencia posible. Esto es muy positivo, pero no encuentra reflejo en la escritura o cualquier otra creación ajena a la participación del momento mismo. Ese renglón a parte en que no se vive, sino se escribe tras haber vivido queda relegado a un tiempo idealizado que nunca llega a convertirse en real

Es decir, no escribo mucho. O mucho menos de lo que deseara. No sucede sólo porque no tenga momentos tristes a los que asirme, sino porque vivo una realidad feliz y soy consciente de ello. A esto se suma la tercera pata de la mesa. La sempiterna y apática pereza vital que me órbita. Ya detesto releer lo que escribo normalmente. Si encima es todo felicidad, caramelo y azúcar la repulsión es horrible

Así pues, llegamos a la dualidad contradictoria del ser. Adoro mi presente y lo disfruto cada minuto. Aunque me genera una micro o nano infelicidad el no escribir, o discurrir en este blog como antes hacía. Paradójicamente escribo para decir que adolezco de inspiración de escribir. Precisamente la ausencia de otra idea vertebradora en este post lo hace aun más evidente

Este post se plantea como un punto de inflexión para cambiar la tendencia. Espero seguir tan feliz y saber encontrar tiempo e inspiración en los momentos de alegría. Para que lo que me rodea por fuera y lo que me hace vibrar dentro entren en sintonía

miércoles

Mygoma

Clínicos y asépticos. Mera estadística. A veces, incluso cínicos. Hablo de los números que no por útiles son menos fríos. Meros instrumentos estadísticos, la semplificación necesaria de lo real en elementos sintéticos y compartidos por y para la humanidad; cuyo deseo inmemorial es mantener categorizados al máximo los diversos mimbres que componen el tejido del mundo que nos circunda, natural y antrópico. 

50 es uno de esos números, incluso "al menos 5 decenas", que le quita hierro al asunto (como si eso fuera posible). Pero antes de abordarlo, doy un paso atrás. No hace falta ser padre o madre para saber la importancia di un niño. Cada niño es un universo, maravilloso y cansado; pero maravilloso una vez más. Los seres humanos podemos ser fascinantes, pero es en nuestra edad temprana cuando la exponencialidad de nuestro crecimiento fascina, se crean las hormas de nuestros futuros zapatos. Explosión de vida, belleza infinita. 

Pero lo infinito a veces se ve truncado por lo irracional. Lo irracional de un virus, una bacteria, una enfermedad o una malformación. O, seguramente, el más irracional de nuestros males: la guerra. Alguien definió una vez la guerra como un enfrentamiento entre ricos que se conocen muy bien pero donde se matan entre sí pobres desconocidos. En una guerra no muere sólo quien lucha. En una guerra muere quien vive. Y los niños, llenos de vida, dejan un hueco y zozobra en el alma que ninguna paz lejana podrá reparar. 

Ahora sí, al menos cincuenta, cincuenta niños, contados así como estadística. Como si cada uno de ellos no fuese un maravilloso universo. Una cincuentena, al menos, ha muerto en el orfanato de Mygoma desde que empezó la guerra civil en Sudan. "Víctimas colaterales" según informa Reuters. 

Muertos no por la artillería, pero sí por sus consecuencias. Muertos por infecciones que no pueden curar porque no llegan los fármacos o no queda personal mèdico. Muertos por hambre o deshidratación. Porque quien los cuidaba huyió o está luchando una guerra fraticida, o por los cortes contínuos de energía que impiden funcionar ventiladores y otros aparatos médicos. 

Los 50 (al menos) niños del orfanato de Mygoma en Khartoum, son "sólo" una cifra más que encierra dentro de sí decenas de universos truncados. Un dolor silenciado por la irracionalidad humana. Una pequeña noticia de un sexto de página de cualquier periódico, mientras la muerte de uno de los mayores mafiosos de Europa, con glosas a su dudosa figura, ocupa toda la portada. 

jueves

Este árbol

Este árbol no se tala. Su madera no os va a calentar, no tiene pretensiones de chirrispotear en una chimenea ni de hacer de su leño un uso útil. Este árbol no lo podéis talar

Tampoco la yedra lo hiere, aunque ello no excluya que la padezca o padecerla pudiere. Mas sobrevive y sobrelleva, caen sus hojas y florece. Algún tallo sufre, sí, pero renace y de nuevo crece. Da sombra y el transeúnte lo agradece. 

Este árbol tiene raíces firmes, sí, pero en arenas movedizas. No hay problema en moverlo, no le afectan solana y umbría. No hay ladera mala, no hay ladera buena. Sólo existe el sustrato del momento, la luz que sus hojas peina y el viento de primavera que le recuerda que sigue vivo.

No es menos cierto que a veces se inclina, que parece languidecer o que los perros le orinan encima y algún rebelde de poliesterol decidió rallar su nombre en su piel. Pero eso son gafes del oficio y el árbol se mantiene en pie. Haciendo danzar sus hojas. Y aún desde las alturas, queriendo crecer. 

Muchos son los árboles que se talan, pero con éste no lo conseguiréis.

lunes

Escala en busca de Sol

Como el exfumador que aborrece toda traza de humo en su rostro o el periquito al que el alpiste sabe a poco, miro hacia atrás, no tan atrás y veo mucha soledad mental. Veo banalidad. Y como el exfumador aborrezco esa vacuidad y miro al futuro esperando algo más.

En la geografía de mis días busco orografías desafiantes, que en lo rutinario encuentren también su lugar nuevos puntos de escalada. Menos procrastinación y mas acción. Probablemente no sean éstos más que propósitos de año nuevo (o su resaca), pero quiero pensar que no, que esta vez durará la inspiración, que no ganarán la pereza y apatía. O, al menos, no siempre

Nada más, hoy sigo monotemático. Obsesionado y a vueltas con la inspiración. Obcecado con la importancia de la escritura para sentirse mejor con el exigente espíritu crítico de uno mismo. Este post quizás no interese a nadie, pero es un alivio para mi futuro yo. 

Todo lo que se aleje de la siguente frase entrecomillada será recibido con pleno gozo: "Quitadme todo lo necesario pero, por favor, dejadme lo superfluo"

Que lo superfluo no sea la inercia a cada paso del camino. En eso me centro por ahora para equilibrar la escalada de cada día. 

viernes

Feliz 2023

 Meses de bloqueo, sin saber que escribir. Sin poder cribar ideas o acribillar con letras lo que mi mente piensa y crea. Meses sin vivir en mí o, al menos, en mi yo como escritor; hasta perder la cuenta de hasta qué punto para mí manchar el folio en blanco es gran parte de mi ser yo.

Tantos meses de bloqueo y una semana bastó. De entre todos los temas me faltaba el amor, el amor me inspiró, el amor de mi familia, de unas fiestas navideñas, el infinito afecto que me llevo de estas tierras malagueñas.

El amor desbloqueó y me acercó a lo que más quiero, mas no hablemos de pasado pues lo que importa es este presente donde creo el futuro que quiero. Abajo queda la apatía, ahora vuelve la inspiración de nuevo.

Necesitaba este descanso y el amor de los míos. Necesitaba sus abrazos y sentirme en casa vivo. Feliz 2023, se acabó mi bloqueo. Volveré a escribir y a sentirme de nuevo vivo.

domingo

Problemas de primer mundo

Lo peor ya ha pasado, el huracán se aleja. Pero tras él ¿qué es lo que deja? Microroturas de lo habitual, minidesgarros de lo que antes era intuitivo, disrupciones ínfimas sobre el concepto de verdad y en la concepción misma de ser vital actual, de cómo percibir, cómo percibimos, cómo percibirnos

Caminamos por la calle felices por ir sin mascarilla pero nunca fuimos más enmascarados; el alma quedó absorta y nuestro ánimo obnubilado. Como esperando que la paz se rompa, que llegue la siguiente urgencia, que se acabe lo medio bueno y volver al conocido y siempre malo...

Consultar con compulsión en el móvil, la situación actual, si algo ha cambiado. Buscando el mal menor, esperando que el mal mayor sea cosa del pasado. Implosión de expectativas que explota en nuestro ánimo. Ganas superlativas de evadirnos con torpor con cualquier banal vicio mundano: Netflix, Disney, el fútbol, Instagram, Twitch o cualquier otra cosa para distraer la mirada mientras nuestra mente se preocupa incluso cuando vegeta en un espacio aparentamente vano. 

Y así continuamos, pensando en el hoy y el mañana, pero no en dentro de un mes ni aprendiendo del mes pasado. Avanzamos tras las cifras de la pandemia, a mirar cifras de guerra. Continuamos a esperar que la gran nueva crisis venga. Nuestro primer mundo se desmorona a nuestro paso, a causa de acontecimientos reales, mas con problemas de primer mundo inventados. Y así avanzamos, la vida pasa, y cuando sea tarde diremos que, al menos, lo hemos intentado. 

Somos hijos del tiempo que nos ha tocado, nuestro Zeitgeist nos ha dejado marcados. Nada más se pudo hacer y nos tuvimos autoengañados. Pero el entretenimiento no faltó nunca, tampoco el ego exacerbado. Mientras que el sentido de la comunidad se desvanece, desaparece sin dejar rastro. Pues su huella nunca hemos marcado, como nunca nos ha preocupado. 

Lo peor nunca habrá pasado mientras nos quedemos mirando el móvil y esperando. Lo mejor que se puede hacer es hablar, comunicarse, organizarse. No será la solución, pero todo principio de solución empieza siempre por hacer algo