martes

Alegorías de sangre caliente

Vuestros achaques de inmortalidad os hace vulnerables, os hace desear hacer ruido en lo innecesario y silenciosos en lo importante. Querer escalar posiciones y que la desigualdad os ampare, montar un chiringuito público, sin dejar pasar a nadie.

No buscáis vuestro bien verdadero y, por tanto, el bien de nadie. Solo el epicúreo placer del momento y la enviada de quien os observe. No queréis ser recordados, preferís que nadie os olvide. Que es parecido, pero no lo mismo.

Tenemos nuestra parte de culpa en todo esto. Porque nos es más fácil no pensar, dejarnos llevar, quedarnos en la superficie de las cosas y divulgar la voz de grupo. Confundimos continuamente la mayoría democrática con el pensamiento dominante. La asambleas con mero gregarismo. Sabemos que perdemos más tiempo del necesario en estupideces y tenemos siempre menos tiempo para las cosas que de verdad importan. Ignorancia y felicidad se retroalimentan, aunque solo en apariencia.

¿Quieren cambiar el mundo? Empiecen por su mundo interior, por su percepción y transmitan esto a su entorno. Pero no lo digan solo, al estilo Bucay, para dejarlo en un estado de Instagram. Vivan, abracen y amen, profundicen en lo que merece la pena profundizar y dejen aparcado de una vez tanta distracción banal, tanta superficialidad. Dejen de existir, de hacer pasar el tiempo, que es la vida. Vivan, piensen y sientan. Quizás entonces ustedes sean mejor que nosotros, y vosotros, con vuestros achaques de inmortalidad seréis siempre más y más vulnerables.

Da igual quien creas ser, lo que tengas o en lo que ocupes tu tiempo. No importa tu cargo en la empresa, la gente que te admire o quien te envidie. Lo jefe que seas, lo rico que seas. Da igual. No eres absolutamente NADA sin un hogar al que volver.