jueves

El eterno pasante entre dos penínsulas

Entre dos penínsulas, con cuatro mares de testigo, el permanente estar de paso parece ser destino. No es algo para celebrar, ni tampoco un castigo; es lo que es, lo que hemos elegido, el amor mantiene a flote lo que distancia y tiempo podría haber hundido.

Familiares, amigos y familiares de amigos, me recuerdan el milagro del que soy testigo, no son minutos ni horas, ni kilómetros ni millas, ni conversaciones de menos ni palabras de más. Que no eran vacaciones sino mucho más que eso, que he dejado medio corazón en casa y el otro medio en el vestíbulo, pues corazón no falta cuando tantos te lo mantienen lleno.

No hay queja ni reproche, de felicidad reboso, tengo dos niñas perfectas a mi lado y millones de sonrisas que le ponen el broche. Tengo suerte, de la que se busca, de la que se anhela, de la que se obtiene pero no se posee, que si se detenta no aumenta; suerte que se valoriza a cada paso, que nos recuerda que el éxito no es más que no temer al fracaso.

Hace años decidí cotizar en escribir mi propia historia y tal práctica ahora parece estar en alza. Es por eso que entre dos penínsulas vivo, es en dos lenguas que pienso y por todos vosotros, y aquí quiero que os sintáis aludidos, por los que sueño.