domingo

Problemas de primer mundo

Lo peor ya ha pasado, el huracán se aleja. Pero tras él ¿qué es lo que deja? Microroturas de lo habitual, minidesgarros de lo que antes era intuitivo, disrupciones ínfimas sobre el concepto de verdad y en la concepción misma de ser vital actual, de cómo percibir, cómo percibimos, cómo percibirnos

Caminamos por la calle felices por ir sin mascarilla pero nunca fuimos más enmascarados; el alma quedó absorta y nuestro ánimo obnubilado. Como esperando que la paz se rompa, que llegue la siguiente urgencia, que se acabe lo medio bueno y volver al conocido y siempre malo...

Consultar con compulsión en el móvil, la situación actual, si algo ha cambiado. Buscando el mal menor, esperando que el mal mayor sea cosa del pasado. Implosión de expectativas que explota en nuestro ánimo. Ganas superlativas de evadirnos con torpor con cualquier banal vicio mundano: Netflix, Disney, el fútbol, Instagram, Twitch o cualquier otra cosa para distraer la mirada mientras nuestra mente se preocupa incluso cuando vegeta en un espacio aparentamente vano. 

Y así continuamos, pensando en el hoy y el mañana, pero no en dentro de un mes ni aprendiendo del mes pasado. Avanzamos tras las cifras de la pandemia, a mirar cifras de guerra. Continuamos a esperar que la gran nueva crisis venga. Nuestro primer mundo se desmorona a nuestro paso, a causa de acontecimientos reales, mas con problemas de primer mundo inventados. Y así avanzamos, la vida pasa, y cuando sea tarde diremos que, al menos, lo hemos intentado. 

Somos hijos del tiempo que nos ha tocado, nuestro Zeitgeist nos ha dejado marcados. Nada más se pudo hacer y nos tuvimos autoengañados. Pero el entretenimiento no faltó nunca, tampoco el ego exacerbado. Mientras que el sentido de la comunidad se desvanece, desaparece sin dejar rastro. Pues su huella nunca hemos marcado, como nunca nos ha preocupado. 

Lo peor nunca habrá pasado mientras nos quedemos mirando el móvil y esperando. Lo mejor que se puede hacer es hablar, comunicarse, organizarse. No será la solución, pero todo principio de solución empieza siempre por hacer algo

lunes

El bosque de las almas

La travesía ha sido larga, el camino tortuoso y la espera innecesaria. Tras la guerra entre ideales ahora reina la calma. Se vislumbra, a lo lejos, un inmenso bosque de almas

Alma bondadosa con raíces al suelo bien soldadas, cuya fruta endulza el ambiente y busca hacerlo más sostenible. Que busca el bien del bosque entero, de su hábitat y ecosistema. ¿Hasta qué punto es altruista y se puede diferenciar del alma egoísta?¿en cierto momento no es individualista hacer el bien a otras almas por el bien sentirse con la propia?

Peor es el alma indiferente, alma plana, que crece, enredadera de este bosque. Alma que se pierde entre los tallos y ahoga la clorofila de las hojas. Alma en la que la injusticia no cala y si cala no empapa. Alma inerte, árbol partido por el rayo de la ignorancia.

Luego está el alma que lucha por ser vista y cuida su copa y la que crece poco a poco porque en sus raíces se centra. Y entre todas ellas, el alma que envidia una o todas las anteriores. Alma dolida, que vive en el reproche. 

En peligro de extinción, tras el arroyo del autoconocimiento y autocontrol, de la responsabilidad y la empatía, más allá del tiempo y del espacio, el alma eterna, pura e inexistente. Alma coherente a la que mueve el bien, indiferentemente de a quien. Alma forajida, soñada, tronco robusto de raíz difusa y enterrada en lo más profundo de este bosque de vidas.