La objetividad no existe. Se busca, se pretende, se finge o incluso se alaba; pero no existe. Es el intocable Sol al que muchos aspiran pero ninguno toca. El ser humano es por antonomasia subjetivo. Ojo avizor, pues, a quien habla bajo el presunto calor de un sol de objetividad, pues probablemente tal "astro rey" no sea más que una incandescente bombilla.
Con la belleza pasa algo parecido. No puede ser entendida, la belleza, sin aceptar cuán subjetivo es el ser humano. Pues lo bello es mutable e incluso inapreciable para muchos. La belleza puede ser única o común, duradera o fugaz, extraña o compartida. Lo que nunca será la belleza es objetiva.
Ya no es bello (banalmente) veranear en un apartamento en Torrevieja o en la Manga, ni los pantalones de campana; nadie ve belleza en la decadencia de Detroit ni en el asesinato de un animal, por el motivo que fuere. La belleza ahora es la naturaleza como ayer lo fue la industria bajo una elegante escafandra del progreso abstracto, como un fin a sí mismo.
La belleza no se puede cuantificar y por ello el arte y su precio han sido y serán siempre arbitrarios. La belleza no es un factor determinante, por mucho que nos duela a los que creemos apreciarla. Y no, por desgracia, la belleza tampoco nos va a salvar.
No tiene ese poder pues como decíamos, la belleza es subjetiva. Por debajo de capas de sensibilidad humana hacia lo bello, está el núcleo recóndito del animal egoísta y de alma autárquica. El instinto y apetito primarios.
La belleza no salva a la cebra de su predador. La belleza e inocencia, la de cualquier niña en cualquier lugar en guerra, no le salva del abuso del soldado enemigo (y creedme, me duele hasta pensarlo). Malditos abusos y malditas guerras. Maldito ser humano. La belleza no remuerde conciencias, ni crea justicia, ni otorga dignidad.
La mayor belleza está donde vivimos. Un planeta espectacular. Cicatrizado con fronteras, perforado con la codicia e ignorado con la estupidez más supina. La belleza del planeta no lo va a salvar, no salvó de la extinción a ningún animal y no nos puede salvar del lobo que es el hombre para el hombre.
La belleza nos puede aliviar, distraer y apaciguar; incluso alejarnos del animal de alma autárquica. Pero esta vez no estoy de acuerdo, Fedor. La belleza nunca nos ha salvado y dudo mucho que nos salvará.