jueves

Pataleo mundial por Brasil 2014

Hoy empieza el Mundial de Brasil. "Por fin" dirán algunos; "a pesar de todo", el resto. Y es que al igual que serán necesarias acrobáticas evasivas de otro mundo para evitar zambullirse en conversaciones monotemáticas en lo que queda de mes; son harto conocidos los problemas (por llamarlo de algún modo sintético y a riesgo de ser eufemístico) con la organización de dicho evento.

Dinero público derrochado, represión de las protestas e incluso voces que hablan de brigadas especiales cuya misión es diezmar la población que "da mala imagen del país". ¿Les resulta familiar, aunque sea remotamente al concepto marca España y un reportaje fotográfico del New York Times? A Rajoy tampoco. Volviendo al país carioca y teniendo en cuenta su nivel generalizado de corrupción, arraigado en sus brazos político, ejecutivo, policial y judicial, no era difícil prever esta situación.

Está claro que todo lo anterior ya es suficiente para generar repulsión hacia tal evento, pero hay dos factores más que acentúan dicho sentimiento: el silencio cómplice del resto y la democracia falazmente definida. Silencio cómplice de todos y cada uno de los estamentos sociales de los países "democráticos" que son espectadores de este esperpento. Democracia, a su vez, definida de manera falaz. Presentando el mundial de fútbol como una inversión, como algo querido por todos, porque el fútbol forma parte del imaginario colectivo de los brasileños. Algo que, no obstante pueda ser una premisa válida, no es suficiente para concluir en un costoso evento del género. Y menos a todo coste.

La idea falaz de democracia nos propicia la noción del progreso continuo como constante, una utopía mucho mayor que la paz mundial, mantenida como promesa por economistas de todo el mundo. Un evento de esas características hará aumentar la inversión extranjera, revalorizará muchas zonas residenciales, colocará a Brasil como referente turístico y además, sobretodo si su selección gana (algo muy probable), mejorará el estado de humor de su población. Como os decía, utopía pura y dura, que no por generalizada cobra verosimilitud.

El ávido lector se preguntará solo una cosa ¿cómo puede ser sostenible esta situación? Pues efectivamente no lo es. Pero la censura (que se llame "marca España" o "marca Brasil" es lo mismo) "democrática" o moralmente aceptada por todos lo hará menos visible. En España nos sucedía algo parecido con las Olimpiadas de Madrid y sobre todo con otro mastodóntico proyecto que presuntamente nos debía dar un poco de ese progreso del que hablaba anteriormente. Obviamente hablo de Eurovegas.

Lo sé, un mundial es un mundial y el fútbol goza aún de esa burbuja protectora que permite aplaudir al Messi de turno, aunque haya defraudado millones a Hacienda. Pero la indignación está creciendo. Muchos hablan de boicot, de no ver el Mundial, apagar la tele para no ser entretenido con un espectáculo en cuya trastienda se entremezclan atrocidades que ni siquiera respetan la Declaración de Derechos Humanos de la ONU.

Siendo abogado del diablo, en este caso de la FIFA, debo decir que esta última es una empresa privada, y como tal mira por su beneficio económico como único y último fin. Que elija Brasil y gane tanto dinero en un país en vías de desarrollo es una elección que difícilmente puede ser calificada ilegal (la legitimidad del asunto dependerá de cada uno), el problema sucede cuando gobiernos de todo el mundo abrazan una empresa privada como la FIFA, usando cualquier recurso (lícito o no) para llamar su atención. Digamos que en la FIFA no son ni santos ni ingenuos, pero que son los poderes políticos de cada país los que deciden pasar por el aro.

Volviendo al tema del boicot, entiendo a aquel que no quiera ver los partidos televisados del Mundial por razones morales, aunque poco ayude a arreglar lo sucedido. Aunque, si de verdad se quiere boicotear dicho evento y hacerse notar, hay que usar el único idioma que los corruptos conocen y de cuya carestía adolecen en mayor grado: en términos económicos. Como toda persona que sepa algo de publicidad sabrá, el hecho de que tú y millones como tú, no vean un evento deportivo poca influencia tiene en términos de pérdida económica para la FIFA y sus patrocinadores. Los espacios publicitarios disponibles desde el primer partido hasta la final del campeonato ya han sido vendidos y pagados desde hace tiempo, independientemente del famoso share.

Buscar todos y cada uno de los patrocinadores y sponsor (algo muy fácil de encontrar por Internet) del evento y decidir no comprar ningún producto fabricado por los mismos sí supondría una protesta real y tangible para los mismos.

Sin embargo, es aquí donde la constancia nos suele fallar, de otra manera no seguirían existiendo trabajadores explotados en Bangladesh para marcas como H&M, Benetton o Primark (recuerde el lector el caso del Rana Plaza) o esclavizados en las fábricas de componentes Apple deslocalizadas por toda China.

miércoles

Italia puede servir de ejemplo para Podemos. Como ejemplo a no seguir.

Mantengo firme mi convicción del anterior post: la democracia, como tal, es (y está condenada a ser) un ideal inalcanzable. No es algo negativo, al menos nos sirve de guía, como horizonte, donde un paso más es siempre un paso menos. Las elecciones europeas pasaron y Podemos fue una de las grandes sorpresas, no así la desafección de la ciudadanía por los grandes partidos.

En toda Europa, desde Alemania, Grecia, Francia e Inglaterra, pasando por Dinamarca e Irlanda, se ha castigado a los grandes partidos y se ha protestado contra el bipartidismo. La cosa que hace a España especial respecto al resto (con la posible excepción de Irlanda) es que esos votos no han ido a partidos ultranacionalistas de tendencia fascista ni a partidos escépticos con la causa Europea. Y esto es algo positivo.

Las propuestas de Podemos parecen demasiado buenas para ser verdad, o al menos, para ser llevadas a la práctica. Acusaciones y defensas aparte, todo nuevo movimiento tiene el peligro de ser erróneamente autodefinido y/o percibido por el resto. Veamos el ejemplo de Italia. Renzi ha hecho un milagro con su partido de centroizquierda: hundir a Berlusconi, pero lo ha hecho a base de populismos y políticas que recuerdan mucho a las adoptadas en su tiempo por il Cavaliere (como lo llaman aquí).

La segunda fuerza del país, aunque ya desinflada, es el Movimiento Cinquestelle (Cinco Estrellas) de Beppe Grillo. Y es aquí donde empiezan los peligros que aguardan a todo nuevo movimiento político. El partido de Grillo prometía de todo,  igualdad y echar a la vieja casta política; en la práctica se han demostrado un partido totalmente vertical: se debe cumplir lo que diga el líder sino se va fuera y demagógico, decir estar en contra de todo, cerrarse al diálogo para no ofrecer ninguna alternativa.

Sinceramente, espero que no suceda nada parecido al partido Podemos en torno a la figura de Pablo Iglesias. Lo que sí es de temer es que la popularidad de su partido haya bajado estrepitosamente en las próximas generales, fagocitado por un sistema que no quiere alternativas, y menos si afrentan al verdadero poder económico.

España es un país admirado fuera de sus fronteras (en concreto en Italia admiran nuestro período con Zapatero) porque ha sido la última dictadura occidental pero en muy pocos años, ha sabido modernizarse estructural y mentalmente de una manera excepcional. Se puede decir que hemos quemado muchas etapas. Pero Italia que nos lleva unos 20 años de democracia de ventaja y cuya manera de ver las cosas es parecida a la nuestra, nos puede servir como referente al momento que estamos pasando o a lo que pasará en poco tiempo.

Visión, la de Italia, crítica hacia la monarquía como algo anacrónico. Su monarquía abandonó el país en el momento en que los nazis empezaron a invadirlo, y con un referéndum se prohibió su regreso. En España deberíamos tener la oportunidad de votar por nuestra forma de gobierno, rebasar clichés obsoletos como "fachas contra rojos", o la absurda dicotomía monarquía dictatorial versus república comunista, os aseguro que en esta percepción "roja" de la república también somos únicos en Europa.

Hemos crecido demasiado rápido para darnos cuenta de las enseñanzas del camino, sólo nos preocupaba obtener frutos, cerrar heridas con celeridad y mirar hacia un futuro difuso, pero esperanzador. Ahora tenemos frente a nosotros el abismo de sufrir un efecto acordeón que comprima con fuerza todo lo que, con mayor esfuerzo si cabe, se ha avanzado. Podemos puede poner su granito de arena en todo esto, siempre y cuando no caiga en los errores tan patrios como los descritos o tan de moda como los que observo cada día en Italia con los populistas del Movimiento Cinco Estrellas.