domingo

Vómito de realidad ilustrada

Quiero ser optimista, quiero ser idealista y creer en el género humano. Pensar que seguiremos evolucionando, que recordaremos lo que realmente vale y dejaremos de pensar que vivimos en un puto reality show o dentro de una serie de Netflix. Que estamos jodiéndonos la vida, y la estamos negando a otros seres humanos. Por omisión en muchos caso, inacción en la mayoría.

Y no, no me refiere al aborto. Estamos negando la vida a seres ya nacidos a los que negamos la existencia. He observado demasiadas veces el insulto e indignación de ignorantes orgullosos de su propia condición a los que da rabia ver subsaharianos celebrar que saltaron la valla, con esa euforia humana de haber escapado (de momento) a la muerte. Negando a estas personas la oportunidad de ser libres, de sonreir, de simplemente vivir como podemos hacerlo nosotros.

De manera análoga observo estos días en Italia a la misma raza de seres patriotéticos (valga el neologismo) defendiendo que se deje a la deriva un barco lleno de personas que escapan de una guerra, que han dejado todo, que han atravesado el desierto y han sido encarcelados en un campo de concentración en Libia. Incluyendo mujeres que antes de partir ante mortal travesía, toman la píldora abortiva, sabiendo que serán violadas durante tal ruta del suplicio; evitando al menos traer al mundo un niño inocentemente culpable a causa de la maldad de otros. Porque el discurso fascista ha calado, lo ha vuelto a hacer, y criticamos a los que vienen por supuestamente quitarnos lo que ya no queremos y defendemos al fascista condenado por robar millones de dinero público. Pero robar teniendo poder es un pecado con el que nos identificamos...

Estamos en el punto en que se acusa y culpa al débil por el mero hecho de serlo, mientras seguimos marginándolo. Veo indiferencia, e incluso un cierto deseo a que desaparezcan estas personas porque así desaparece el problema. La misma falta de humanidad que tenemos con el planeta lo tenemos con sus habitantes.

Veo una sociedad ansiosa por ser entretenida, por tener su pocilguita de placer y recelar de su condición humana. Veo odio, indiferencia y falta de ética. Observo neolenguajes orwellianos, se califica como extremo defender al refugiado de guerra o al vapuleado por neonazis, mientras se normaliza a la extrema derecha y sus continuas alusiones veladas (y no tanto) al nazismo.

Los que creemos que el antifascismo no es una meta, sino el punto de partida para cualquier pensamiento democrático, nos sentimos como el Caballero de la Triste Figura luchando contra gigantes, reales y monstruosos, pero que parecen invisibles al resto de la sociedad.

Parece que clasificar a las personas por su etnia o lugar de nacimiento no sea ya xenofobia para muchos, parece que la humanidad sea algo opcional. Buenismo, dicen con voz acusatoria, como si fuera negativo buscar el bien común.

Parece complicado ser optimista en los tiempos que corren. Pero basta salir un poco y buscar información, sólo el asociacionismo y el trabajo en cooperativa nos puede ayudar a salvar lo poco que nos queda tras esta enorme crisis moral. Transmitiendo estos valores a las generaciones venideras, que en mi caso, ya están aquí.

Don Quijote no era especialmente optimista, aunque sí idealista. Se sentía designado de manera cuasi divina para la tarea que se autocomendaba. Ciertos autores establecen ciertos paralelismos con Jesuscristo; el mismo Miguel de Unamuno defendió esta tesis en varios ensayos. Precisamente, el mismo Jesucristo con el que se llenan la boca estos fascistas, que de existir, los echaría del templo a latigazos y mandarían recorrer todos y cada uno de los girones (círculos) del infierno de Dante.