lunes

Kant de barra de bar: Filosofía de saldo con las Supremas de Móstoles

Hoy me apetecía hacer algo distinto y escribir en modo diferente. Así que he decidido empezar una especie de sección (probablemente autoconclusiva) con un poco de filosofía barata, de esa de barra de bar que tu cuñado acaba con un lapidario "es que eso es como tó".

El tema que me ocupa hoy no es otro que la concepción de la infidelidad en las entrañas de una relación de pareja, hasta aquí todo bien, la seriedad se nos escurre entre los dedos cuando partimos como premisa de las Supremas de Móstoles con su hit más recordado.

"Eres un enfermo, eres un enfermo, eres un enfermo del cibersexo / me pones los cuernos, me pones los cuernos con tres uves dobles tías güenas punto com..." rezaba el estribillo de esta cancioncilla ligera, y es precisamente de esta parte de la que quiero hablar. ¿Se puede considerar consumir pornografía online como infidelidad? Pienso que esté asumido que no ¿Hay alguna diferencia si esa pornografía consumida es en vivo a través de una webcam? Intuyo que depende de si conoces a esa persona en la vida real o no. Aunque para nuestro querido trío de ancianas desatadas era un acto abyecto y merecedor de la "separasión".

No hay ninguna duda de que si un miembro de la pareja va a un prostíbulo o a un gigoló, por puntual que sea, estamos hablando de infidelidad. ¿Qué sucede si lo hace online, con una persona que probablemente nunca conozca?

Creo que llegaremos al punto en que éste último supuesto sea considerado infidelidad (si no hemos llegado ya) y éste era el punto al que quería llegar: a la importancia de nuestro yo digital (y nuestros actos con tal identidad). Ya no es extraño a nadie que alguien sin Facebook ni WhatsApp sea uno fuera del mundo, que no existe. Compartir las vicisitudes diarias online se ha vuelto tan maníacamente cotidiano hasta confundirse con la existencia misma. La dualidad de la existencia o ausencia del yo digital de una persona cada vez condiciona más la existencia real.

El segundo factor a tener en cuenta es el estrés como costumbre. A veces en la autovía, un domingo, cuando veo que un desgraciado adelanta por la derecha a toda velocidad o la gente da empujones por entrar a un avión antes pienso que tener prisa ya no es algo condicional, sino un estado de ánimo. Es tan absurdo como decir "tengo prisa por divertirme, dejadme pasar". Porque aburrirse está prohibido; hay gente con prisa por sentarse a ver la nueva serie a la que se enganchó o el canal de Youtube de moda, que tiene prisa por despedirse de sus amigos llegar a casa y ver que se cuece en las redes. La prisa y el estrés como devenir temporal diario.

En conclusión, la importancia creciente de la identidad digital sumado al deterioro de las relaciones frente a frente (siempre generalizando, eh, que nadie se me ofenda) me lleva a decir que las Supremas de Móstoles eran unas adelantadas a su época y nos sacaron de la caverna platónica en que habitábamos. Bueno, igual no tanto, pero que esperábais de una sección llamada Kant de barra de bar....

martes

Una quincena de calificativos para la apatía

El balance del avance de un año huraño, en el que escribir en mi blog, en mi espacio, en mi sitio libre, en el que ser yo sin presión se convirtió en algo extraño. Balance hoy en el ecuador de 2018 y no en el mes doce. Porque quiero analizar por qué si la inspiración no me abandanó, no del todo al menos, yo sí la dejé a ella estancada y desarbolada. Aburrida y sola en un ángulo.

En 2018 el siglo XXI se nos hizó mayor de edad. Se acabó la infancia mental pero no la juventud, el juego mental pueril pero no la ilusión. Madurez que ayuda para mucho, pero deja poco libre. Responsabilidades nuevas, preocupaciones mayores por la salud de ninfas y náyades que en el Olimpo de mis páramos mentales se albergan, se nos fue la luna y por un momento perdimos la orientación.

Por todo esto y por poco menos, la apatía protagonizó el año. La poesía no cesó, pero cada rima costaba mil noches banales y cada endecasílabo sinalefas de hastío aliñadas de pereza.

Queriendo romper con un año de primeras veces, queriendo dar valor a lo que bien se hacía en años pasados. Celebrando la mayoría de edad intelectual, recuperando ritos sagrados.

Que no pase una semana más sin post publicado. Que mi corazón no siga abyecto ante tanto desdén, que no gane la desgana ni el aliente me falte. Que la mente se encienda aún y active mis dedos, tecleando.

Escribir como pasión. Será un año extraordinario.