No es esto el tema a abordar y de hecho no pretendia hacer de esto un post personal, me sirve como contexto para compartir mis apreciaciones de un mundo laboral en el que he apenas entrado. No pretendo ser apocalíptico, pero he de reconocer que tanto el principio de Peters como la Ley de Parkinson se cumplen en la mayoría de los casos. A continuación explico brevemente en que se basan:
En el primero de ellos, se habla de que una persona va ascendiendo en una empresa hasta llegar a un puesto en el que es totalmente incompetente. Es decir, ganas en "responsabilidad" y en escala de mando, pero no eres nadie sin los de mas abajo que son quienes realmente saben hacer el trabajo posteriormente firmado por ti.
Vivimos en una sociedad basado en el rédito y no en el mérito, en el nombre antes que el hombre; por lo que, no cabría esperar otra cosa que no fuera un sistema laboral basado en las jerarquías y en la eterna competencia, en lugar de en la colaboración o cooperación horizontal y vertical. Quizá sea algo solo intrínseco a la publicidad, aunque no lo creo, pero pienso que la mitad del tiempo no se pierde tanto en hacer el trabajo en sí como en el tedioso protocolo de tener la aprobación de los de arriba. Es conocido que los grandes líderes empresariales han puesto de moda aquello de hacer cursos para la gestión del propio tiempo, el mismo tiempo con el que cuentan el resto de trabajadores de abajo suya y en el que sin embargo hacen el doble que ellos (en algunos casos)
Pero ni mucho menos estoy diciendo que los trabajadores asalariados (o no) sean los que gestionen mejor su tiempo, de hecho en eso se basa la segunda ley: la de Parkinson, que nos cuenta básicamente que un trabajador tenderá a extender las tareas que tenga a todas las horas lectivas. Esto es, con 8 horas de trabajo y 10 tareas para ese día, empleará las 8 horas en tenerlas listas, mientras que, aun teniendo la mitad de tareas, tenderá a tardar lo mismo. Esto realmente se cumple y en muchas ocasiones, en esto se basan los problemas de productividad y eficiencia, tanto arriba como abajo, es un fallo mas del sistema, en este caso en lo laboral.
Es entonces, donde entra en juego la motivación que jalonará posteriormente la implicación en lo corporativo, es la eterna diferencia entre un jefe y un líder. El líder tiene algo de lo que carece un jefe normal, es el carisma, esa quintaesencia que hace escuadra, que hace cooperar, que hace funcionar las cosas; es el engranaje. Si, por méritos (y no por nombre o puesto), tenemos las mismas herramientas compartámoslas por el bien común, es este el concepto que hace falta asumir culturalmente.
No obstante, nada de esto tiene sentido cuando un trabajador por naturaleza propia no quiere hacer nada o un jefe exige imposibles de la peor manera posible, aunque consideraré estos como casos excepcionales. En definitiva, el mundo empresarial esta cargado de psicología, el estado ideal es tener el carisma suficiente para ser simpático y accesible al resto pero al tiempo dar la sensación de que siempre requieres la cooperación del resto para obtener mejores resultados. Esto solo son impresiones de alguien que esta empezando a meter la cabeza en el mundo empresarial, en el que, como decían ya en la Universidad, se libra una lucha diaria que nunca dejará de sorprenderme, el mas puro reflejo del egoísmo y avaricia que componen nuestra condición humana.