jueves

Turista en casa

A veces el orden de los factores sí altera el producto. No es lo mismo una familia grande que una gran familia. Y yo, por suerte, poseo ambas. Si la vida es un regalo, éste mío posee un envoltorio precioso, majestuoso, cercano, radiante y eterno.

Como cada año, el retorno de vacaciones da que pensar y también pesar. Pasar horas recordando lo que fue, pensando que puede ser o soñando que será; conjugando el verbo volver en diversos tiempos: en subjuntivo pocas veces, en condicional algunas más y en futuro casi siempre.

Este año vuelvo a la rutina con el corazón más lleno que nunca. De emociones, abrazos, cariño, familares y amigos. He sido capaz de dar sorpresas a mis tres referentes vitales en forma de album fotográfico, con textos que transmiten toda emoción, toda vida. Retales de unas vidas, que son las suyas, pero confluyen en la mía para desembocar en una misma mar, que es Nerea. Los sedimentos acumulados en curso nos hacen volar juntos y aterrizar en sincronía.

Siempre fui de la opinión de que hace falta volar para poder echar raíces. Yo empecé a volar solo, de un tiempo a esta parte me di cuenta de hacerlo en manada. Para mí volver a España de vacaciones siempre fue una sensación anómala (y de hecho la libreta en la que escribo mis reflexiones en tales periodos tiene el título de este post) porque me hace sentir como un turista en casa. Porque turista soy esos días al fin y al cabo, mi día a día es distinto al que haría viviendo allí. Por otro lado estoy en casa, que es la casa de la gente que más quiero: mi padre, mi madre y mi hermana.

Sin embargo, algo cambió este septiembre. He sido menos turista y he estado más en casa que nunca. Han sido semanas perfectas, tanto que crean elevadas expectativas para cualquier otro periodo vacacional futuro y además coronada con una velada preciosa y mágica, que la palabra matrimonio aún con toda su magneficiencia, es capaz incluso de banalizar.

He sido feliz de estar con tanta familia (una gran familia grande) y de volver a ver tantos amigos, muy buenos, que casi me olvidaba de haber dejado tan lejos de mi día a día.
Las alas siguen haciéndonos volar, pero serán las raíces las que nos harán volver. Volver: esta vez sí, en infinitivo.