domingo

Homo Mimetic y neobovarismo

Dos torres enormes que se alzan en el cielo de Bologna, que casi se rozan, ambas inclinadas. Son las torres Asinelli y Garisenda, llamadas así por las familias que desearon su construcción, y son el símbolo vivo de la ciudad emiliana. Quería poner el acento en el motivo de su elevada altitud, tanta que sus cimientos se han ido hundiendo poco a poco (la Garisenda era alta 60 metros, contra los 48 actuales) y no es más que la competición de cada una de esas familias nobles por demostrar su poder. Algo que no era raro en la época (inicios del siglo XII) dado que se llegaron a contar hasta 100 torres de este tipo en la ciudad.

Ahora nos puede parecer ridículo, pero ese deseo de imitación se ha mantenido hasta nuestros días. Parafraseando a René Girard tendemos a tener deseos miméticos, somos auténticos Homo Mimetic. Emulamos comportamientos de aquéllo a lo que aspiramos. Según el filósofo francés no deseamos un objeto tanto como envidiamos a otro sujeto que lo tiene en sus manos precedentemente.

Es el motivo por el que probablemente quieras ese móvil tan caro, por el que hipsters en cafeterías compiten mostrando su conocimiento de tal grupo extraño o de haber asistido a tal festival minoritario pero necesario. Es el deseo de ser como el resto para aportar un grano de individualidad lo que nos mueve hacia adelante.

Solo así se puede entender el éxito de las redes sociales. Nadie en su sano juicio compartiría información personal, fotos o absolutamente todo lo que hace a diario a cambio de nada. Es más, sabiendo (como sabemos) que en Facebook, por ejemplo, su gratuitidad viene otorgada porque la mercancía somos nosotros, nuestros datos y preferencias. Y esto solo se entiende entrando en la espiral de querer imitar al resto, de querer viajar y enseñarlo, ir a eventos y que lo sepan; para así comparar nuestra vida (real y deseada) con la del resto de nuestros contactos. Para bien o para mal.

Hace mucho que creo que el ser humano no es capaz de crear nada nuevo, solo combina imaginativamente, como por imitación interdisciplinal, elementos conocidos para dar a luz algo que parece nuevo y puede ser útil a alguien.

El ser humano vive el presente, por naturaleza; pero anhela y desea en el futuro, cuando deviene un ser social. Por comparación, hastío, ambición o inercia capitaslista, todos soñamos con ser, tener, hacer o parecer algo que en la práctica no somos, tenemos, hacemos ni parecemos.

Y es la combinación de ambas cosas: del deseo irracional futuro y la necesidad de imitar comportamientos para, por comparación, sentirnos bien; la que crean una especie de neobovarismo existencial. Entendiendo bovarismo como un término descafeinado referido a la obsesión de Madame Bovary de Flaubert. Insatisfechos por naturaleza e impávidos por decisión propia. Y así pasan los días, y vendemos nuestra vida, y compramos módelos a los que imitar, y vivimos infelices por no ser quienes realmente no somos...