viernes

La canción cíclica de los tiempos

Quisieron maniatarnos, destruir cada opinión y ahogar cada pensamiento. Intentaron que la represión física fuese miedo y que el miedo inhibiera nuestra psique. Procuraron los medios para torturarnos cuerpo y alma, para no querer más libertad. Nos metieron el miedo en el cuerpo, nos hablaron de guerras pasadas y amenazaron con guerras futuras, de bandos e ideologías radicales. De centinelas y colorados enemigos. Demonizaron libros, teatros y filmes; pero nos hicieron partícipes de la mayor puesta en escena de la historia reciente.

Han cerrado bocas con sueños materiales, han tapado miserias morales con abundancia efímera. Hemos tragado todos, con indigestión posterior para muchos. Hemos creído romper moldes, hemos pensado que éramos libres, nos hemos expresado sin ninguna censura cultural. Todo se ha podido decir, todo se ha podido reivindicar. No nos hemos dado cuenta que la única censura era la económica, que si nos han dejado, es porque ellos han ganado.

Tienen razones para preocuparse, quieren que sigamos el guión, que vivamos libres y gastemos. Desean que nos identifiquemos con una cultura “subversiva”, que seamos indie como protesta. Cuando indie no es independiente sino individualista. Quieren individualistas, que no importe el resto, pretenden que olvidemos de donde venimos para crearnos la ilusión de que sabemos a donde vamos. Se les rompe el plan, pero siempre tienen modo de ir hacia adelante. Se quebrantan libertades colectivas, pero se protegen previo pago aquellas individuales. Cada uno en su burbuja, que consuma, da igual el mensaje. No es la cultura, sino la finanza la que censura.

Se darán cuenta de que no funcionará, de que siempre habrá disidencias. Pretenderán ajustar todo mediante presión social, esa gigante fagocitadora de anhelos y aspiraciones. Inventarán peligros, recordarán el pasado, sabrán que con su crisis camuflada de estafa (o viceversa) ya pagaron, ya ganaron, ya engañaron, ya colonizaron. Volverá el terror, nos meterán el miedo en el cuerpo, nos hablarán de guerras pasadas y amenazarán con guerras futuras, de bandos e ideologías radicales. De centinelas que tendrán derecho a detener o matar con la legitimidad porque ésos que mueren serán los terroristas. Demonizarán a los de siempre, prohibirán ser libres con instrumentos de comunicación, nos harán tener miedo de nosotros mismos y no de ellos.

Les gustaría que no lo supiéramos. Que aceptáramos sin más pesquisas. Quisieran que no sospechásemos lo que nos viene encima y que fuésemos fieles a la historia que han creado, a su historia. Sería perfecto si no nos percatáramos de que la histeria colectiva se transforma en historia colectiva (o viceversa). Quisieran que permaneciéramos en nuestras burbujas de individualismo hedonista, que no nos arriesgáramos a perder todo para ganar libertad, que la sociedad durmiera, canalizar nuestros miedos, nuestro terror. Que nadie hablara de terrorismo de estado

Eso querían, eso han querido, eso querrán, eso quisieran. Por eso, lucha, infórmate, movilízate, fluye, únete, aprende, sé libre, de verdad: vive


miércoles

Belleza y guerra

Belleza, amo la belleza de la normalidad. Normalidad entendida como cotidiana, no como banal. Donde otros pasan de largo, yo me entretengo y veo luces de maravillosa y ordinaria belleza. Momentos preciosos de instantes que no acaban, porque el recuerdo los mantiene vivos. El detalle es detalle y no la clave que sólo a ojos del observador obcecado parece. No existe excusa para justificar una visión obtusa, no se puede respetar, no es posible. El hombre que va contra el hombre, va contra toda forma de respeto, y por consiguiente, de la belleza en sentido pleno.

Guerra sobre guerra la historia se repite. No hay guerra buena ni necesaria. No se puede hacer guerra por la paz. No se puede dignificar un asesinato, a nadie se le ocurriría; entonces, por qué un asesinato de masas debería ser algo digno. No se gana una guerra porque no es un juego, no existen héroes sólo asesinos a sueldo; ni trofeos de guerra sólo conciencias manchadas de sangre, de crimen, de horror, de la falta absoluta de piedad, de humanidad y cerrando el círculo, de respeto.

No existe espacio, ni físico ni mental, para resguardar todo el miedo generado, todo el odio que están alimentando, sin dar posibilidad a una legítima defensa; no asegurará nada más que penurias, hambrunas, venganza y atrocidades. Una vez alguien dijo que quien no protesta de frente a las injusticias, automáticamente pasa al bando opresor. Es cierto, se peca por acción y omisión. El colonialismo no acabó nunca. Europa abrió el camino, América lo sufrió en sus propias venas, sangrantes como nos recuerda Galeano, y continua en Medio Oriente. La espiral de violencia no para. Hablo de Israel pero también de las miles de guerras silenciosas en el mundo.

El exceso de ruido ensordece, como siempre los extremos se tocan paradójicamente. La atención mediática elige el pan de cada día, la indignación de cada día, al más puro estilo del Minuto de Odio Orwelliano. Hablo de Nigeria, Centroafrica o Tailandia, pero también de Ucrania, Siria o Libia. También de estados convertidos en campos de trabajo "legales" con nuestra tácita connivencia , con ciudadanos sometidos, en las regiones del Sudeste asiático, este de Europa y China.

Empecé hablando de belleza y el discurso parece haber derivado hacia todo lo contrario. Precisamente ese es el valor de apreciar la belleza de la pequeñas cosas, en un mundo con grandes monstruosidades, lo que hace la vida todavía merecedora de ser vivida. Quizás la unica evolución humana respecto al valle de lágrimas que representaba el vivir en plena Edad Media.