martes

Eppur si muove

No me dedicaré a contar los lunares de la tierra quemada dejada atrás, tampoco pasaré mis días impregnados en memorias de alquitrán. No fui nunca pirómano de recuerdos ni artificiero de futura realidad, nunca busqué un aplauso en la metrópolis ni una placa en el valle del homenaje. Cada letra es un viaje, con más que paradas: paraje.

Quise ir de vacaciones a Urano sin considerar Saturno y Neptuno, me equivoqué, no en vano. Por tener consecuentemente los pies sobre este mundo; para caminar sin más sandalia que la callosidad de la experiencia. Pues con el tizne bien reciente y las tintas recargadas, pergaminos de translúcida mirada me encuentro una vez en cada intento de estocada. Con estoico esfuerzo, la tinta desparramada.

Quiero componer y compongo la obra más perfecta. La intención es lo que cuenta excepto en amor, alquimia o ciencia. Pues de lo primero se trata hacia realidades diversas, combinadas en amor de padre y el amor a la acuarela que con pintura mental se expresa y mundos velados al lector refleja.

Hoy como tiempo metafísico no empieza nada, nada que no haya empezado. No se desvela la trama, no se acrecentan los rasgos, no se describen penurias de la sílaba perdida en el éter de una crisis creativa, no hacen falta siete días ni un domingo de trabajo. Nada de brujería, pero sí un mágico encanto. Un encuentro con la rima que se desnuda a cada paso.

Empezó un verano extraño con un regusto esotérico que deja el paladar estimulado, para continuar en la excepción que a la norma fecunda, ahora no hay quien lo pare, ni la pereza más absurda. La abstracción obligada tras la mirada de los mil metros, no es más que otra manera más de hacer del despertar un verbo que su etimología merezca. Bienvenidos a la prefacción, a la anatomía del discurso, a la canalización en la tinta en mis mundos mudos, bienvenidos al suburbio de la burda realidad cambiante, a los sonetos inconformes. Obligado a no obligarme que en plena época de obligatoria excitación, sea ésta quien sucumbe.

Larga vida a la escritura, a los relatos y rimas. A mi mundo entre comillas, el epílogo no lo conozco ni seré yo quien lo escriba. Que la inspiración venza al belicismo de batallas perdidas. Una letra en cada sitio en que la musa de turno decida. Es así, párrafo a párrafo, que mi mundo interior gira.

miércoles

Cuatro de marzo de dos mil catorce

Cuatro de marzo. Hoy hace un año del brillo de aquella lágrima, del ronroneo visceral previo al nervio y de las miradas al infinito con abrazos de cariño recíprocos. Silencios eternos y voces temblorosas. Hace exactamente un año, miramos a la vida con valentía, decidimos que éste era el momento, que estábamos preparados. Hace un año, nos encontramos en el umbral de un maravilloso cambio y decidimos traspasarlo. Supimos que nuestra niña venía.

Luego siguieron dudas y más dudas, preocupaciones que hasta ese momento no te planteas y un sólo deseo: salud, salud y más salud, traducido en la banalidad de un "que todo salga bien". Sonrisas y lágrimas siempre por la misma causa: la ilusión, la alegría, la esperanza de una vida cada vez más presente en corazón y mente.

Una nueva vida nos esperaba y mes a mes la espera nos impacientaba aunque al mismo tiempo sabíamos de estar viviendo algo único y en ese ocèano de emociones navegábamos, sin prisa, sin pausa.

Supimos que era Ella. Fue entonces cuando mágicamente las ninfas del mar nos prestaron su inspiración para convertir a Nerea en nuestra musa.

Fueron meses en los que apenas hacía nada que no fuese escribir, en verso y prosa. Manchando y machacando hojas y hojas de cuadernos que aún relleno. Creando probablemente los textos más bellos que jamás hubiera podido concebir. Textos que guardo para mí y para mis niñas. Escritos que conservo con celo y que serán encuadernados algún día.

Y es que una hija es inspiración en su estado más puro. Pura vida pura, la máxima expresión de nuestra plenitud como seres humanos y es por eso que es poco el tiempo que pueda pasar junto a ella, junto a ellas.

Hace cuatro meses ese brillo de ojos se nos reflejó en las sonrisas y nuestro amor llegó. Amor con mayúsculas. Comprendimos lo que es amor incondicional y supimos por primera vez que se puede amar para toda una vida desde el primer instante.

Nada importa más que verla sonreír, nadie nos mira como ella, nadie es más importante. Ni nada ni nadie nos puede quitar nuestra alegría viéndola crecer, nuestro aplauso a cada progreso, nadie te avisa de lo que significa ser padre, entre otras cosas porque es difícil de explicar, son muchas emociones; todas positivas. 

Nueve párrafos para nueves meses de espera, para intentar dar a luz a una idea precisa. Miramos atrás y sonreímos. Hoy hace un año que nuestro amor se multiplicó por tres, dando como resultado, el amor de nuestra vida.