viernes

El ser humano del siglo XXI

Selectiva, totalmente selectiva. Esa es la palabra (o palabras) clave para entender nuestra mente. En todas sus partes: percepción, atención, memoria...todo es selectivo. Pero dicha selectividad no es sinónimo de aleatoriedad, ni mucho menos, la mente calcula incluso lo que parece arbitrario. Por este motivo, un dolor de muelas que nos asustó hace dos meses, puede ser que no lo tengamos presente hoy. En parte no queremos recordarlo, por ello nuestra mente lo inhibirá la mayor parte del tiempo. Otro ejemplo es la reacción de mi cuerpo desconectándose en el momento en que una aguja atraviesa mi piel, esta reacción de "hacerse el muerto", como otras que se dan, no es más que una fobia, un reflejo instintivo de supervivencia; un vestigio animal. Pero que, controversialmente sólo contiene una mente desarrollada como la humana. Con el desarrollo de nuestra inteligencia, también se intensificaron los efectos de nuestros vestigios animales.

Pero hablemos de personas, como humanidad, y de su facilidad para reprimir, omitir y suprimir información y sentimientos según convenga, quiero creer que por acción y consecuencia de su mente por lo descrito en el párrafo anterior. Pues bien, esta semana tras la tragedia humanitaria de Lampedusa, parece ser la semana de plantearse una ley de inmigración menos severa, e incluso el presidente Letta, dijo en el funeral de estado que esos inmigrantes "a partir de hoy son ciudadanos italianos", imagino que se refería a los muertos, porque los supervivientes (de este y de miles de barcazas más) se encuentran hacinados en recintos que poco tienen que envidiar a los campos de concentración nazi.

Una vez más, olvidamos la verdadera pregunta ¿por qué?, ¿qué lleva a alguien a abandonar su país, su familia, al fin y al cabo, su vida para arriesgarla en el mar y, en el caso de sobrevivir, ser tratado como un delincuente toda la vida? La gran mayoría eran eritreos, país que lleva en guerra más de 30 años contra los etíopes. Guerras entre dos países africanos, sí, pero provocadas por europeos. Fueron los mismos italianos, junto con Putin, los que establecieron los acuerdos económicos por el crudo. Por recursos, África sería el continente más rico, el que más materias primas posee, y lo es, pero en manos extranjeras.

Continuando con mi tesis sobre nuestra capacidad de olvidar, de indignarnos sólo de puertas para fuera, de cara a la galería mientras el asunto está candente en los medios de comunicación. ¿Es que nadie recuerda la tragedia de Bangladesh del Rana Plaza? Donde murieron centenares de personas por el derrumbe de un edificio donde explotaban a trabajadores en la confección de ropa. Con marcas como Primark, Benneton o Zara implicadas. ¿Nadie recuerda la indignación y el boicot que se les iba a hacer? Pues bien, a día de hoy, ninguna de las implicadas ha pensado ni en resarcir a las familias de las víctimas ni en mejorar las condiciones de trabajo y humanitarias en que obligan a sobrevivir a sus esclavos. Esto también se nos parece haber olvidado con una facilidad pasmosa.

La corrupción española es un lastre tremendo, corrupción desde la monarquía hasta la misma presidencia del gobierno. Pero que no se nos tapen los ojos ante la permisividad de Eurovegas y las indemnizaciones multimillonarias, frente a la población que casi en un 40% vive de la pensión de sus mayores. En el mundo actual hay más guerra que paz, más injusticia que justicia; no hemos avanzado nada. No pretendo hacer el moralista, sino el humanista, pienso que sea de sentido común. Estamos librando una guerra contínua contra nuestro propio ecosistema, ganándole batallas de una guerra que sabemos que vamos a perder, pero nada más ignorante que la ambición humana.

Olvidamos todo con facilidad, la inmediatez de nuestros (con un "nosotros" mayestático, ya que yo no tengo) smartphones parece estar instaurada en nuestro cerebro, no soy fan de condenar a los medios sino el uso que se hace de ellos. Al igual que hace 20 años con la "caja tonta" creo que tanta gente de mi generación vive obsesionada y anestesiada ante la realidad, sumergida entre aplicaciones, redes sociales, memes... Siempre pensé que si viniera a la tierra un extraterrestre, lo que más le sorprendería es que tenemos en nuestros bolsillos acceso a todo el saber humano desde que el mundo es mundo, pero preferimos entretenernos fotografiando nuestra cena y publicándola, para hacerla ver a gente a la que no le interesa lo más mínimo. Pero supongo que esto también es culpa de la mente humana y si, como he dicho anteriormente me defino humanista no puedo rehusarlo con la máxima vehemencia, o al menos, no con toda la que cuerpo y alma me piden de hacerlo.

miércoles

Sueños retóricos de una noche de octubre

No necesariamente siempre se va adelante cuando se avanza, ni siquiera si la dirección es justa, no es sinónimo de haber crecido, saber o detener en sí el concepto de haber aprendido lo que se sabe que años atrás querría tener aprendido. Una virtud nueva, algo que te eleve sobre los chavales nuevos, una experiencia que sea un grado, un grado que sea tangible, una prueba de que crecer no ha sido en vano y de que se puede hacer la diferencia.

Un constante demostrar cuanto se es independiente, cuando no hay mayor dependencia que sentirse en la obligación moral de demostrar lo contrario. El agravio de ver que nada cambia, si nada cambias. El sollozo mudo que ensordece tus sentidos y confunde tu mente que, jalonada entre fantasías, cree saber más de lo que la propia mente cree que sabe. El sentido de ser eterno en lo perecedero, la necesidad humana de ser recordado o reconocido, dar un apellido adecuado a un gran nombre como vida. Dar un sentido al dolor, al dolor que produce el paso del tiempo. Entender el significado en un Tic para desaprenderlo en un Tac.

Después vienen tiritas y corazas, megalomanías recurrentes, que no son más que parte de lo mismo. Lo orgánico, el equipo y cada uno de sus individuos. La cercada visión del detalle pero en un contexto global, holístico. Tampoco es imprescindible entender el porqué o el cómo, ni sentirse en el derecho de tener una opinión sobre cada cosa. Cada persona es ella misma y sus circunstancias, con la cotidiana pseudo obligación a amar las cosas y usar a las personas. La historia es ignorante, pero también arrogante. Nuestra mente y recuerdo selectivo, y el corazón silencioso.

El tedio se transforma en hastío cuando la primavera pasa, porque muchas veces nada avanza precisamente por el hecho de hacerlo en círculos. Echar la vista atrás es un sinsentido, una droga que nos acecha. Queremos demostrar cosas que no entendemos, aprehender la inmensidad del infinito en cifras enteras, vivir arrogantes con humildad en la coraza. Dar pasos en el vacío pensando en avanzar al son del compás que marca el tiempo. Tiempo arbitrario y caprichoso que nos hace caer en tópicos huecos pero de piel maciza. Para al final, descubrir asperezas en una realidad que se suponía sedosa o, al menos, eso quisimos haber aprendido.