martes

Las letras y la vida. Gracias María José.

Mi relación con la escritura es paradigmática de mi relación con la vida social en general. Anecdótico pero cierto. La literatura de pequeño y, no sin vergüenza, de menos pequeño; era para mí una desconocida. Más allá de los cómics de Mortadelo y Filemón, de algún Manolito Gafotas o Superlópez, la literatura existía sólo en la escuela. Aun gustándome, como me gustó, obras como La casa de Bernarda Alba o El Lazarillo de Tormes; me costaba impregnarme en lecturas y por tanto, no llegaba a embriagarme como ahora.

Mi relación con las letras tiene un nombre y dos apellidos. Mi primera vez con un folio en blanco tiene nombre de programa educativo de La 2. Son María José Carmona López, mi hermana; y nuestro Club de Escritores. En mayúscula.

A ella siempre le ha sobrado talento, a mí siempre me ha faltado constancia. La escritura es un paradigma de mi vida porque la perseverancia no es un adjetivo que nos describa, tampoco el sustantivo perfección, pues no la busco, ni la quiero. Desde aquel juego, escribir desapareció de mi día a día. Apareciendo quizás en algún concurso literario o como manera de obtener puntos extra en los exámenes de lengua y literatura o filosofía.

Tuvo que ser la vida la que incitara a la escritura. En un periodo algo movido en lo personal, empecé a escribir sobre un cuaderno, que después fueron dos y que hoy en día he perdido la cuenta. Escribía reflexiones cortas de apenas una página, autoconclusivas. Y descubrí algo: escribir como válvula de escape. Escribía para mí mismo y esos textos siguen siendo personales, alojados en un blog cuya dirección no es pública.

Después de aquella etapa, ya en Italia, echaba de menos las letras. En este caso, no necesitaba escribir para desahogarme. Y ahí vino el cambio principal: escribir por el mero placer de hacerlo. Sin duda una de las mejores cosas que hacer sobre todo en viajes en tren, aeropuertos y lugares de tránsito; pero también en casa, evitando las mil tentaciones que tenemos para estar con nosotros mismos. Con papel y boli como únicas armas.

Y fue entonces que nació Brainsploiding, con la vocación de ser un espacio libre de pensamientos y palabras, pero esta vez sí, público. Entonces, cuando parecía que las letras se alejaban de la vida, el destino me demostró que nunca fue así. Vino a la luz, vino La Luz, llegó ella. Nacía Nerea y bajo el brazo traía la felicidad, bajo los párpados toneladas de amor.

Ya durante el embarazo no podía parar de escribir. Escribir por la emoción. Y una vez que nació, durante los dos primeros años de vida y todavía hoy (aunque menos) encontré la mayor inspiración que he tenido nunca. Sin perfección y sin constancia, pero la supe utilizar. Todo lo que salía de mis manos rimaba, empecé a escribir en verso aun sin haberla, de nuevo no sin vergüenza, leído demasiado en mi vida (la poesía). Descubrí otro uso de la escritura: Escribir por la belleza.

Esas rimas formarán parte de un regalo para mi ninfa cuando será una mujer. No son perfectos, no soy un poeta, ni siquiera escritor; eso son palabras mayores. Pero al menos serán sólo suyos, y de alguna manera nuestros.

Sin embargo, mi inspiración se estanca, se vacía. En parte por la banalidad, en parte por estar muy ocupado. Por el trabajo, por el tiempo en familia. Es un bendito problema, lo sé. Nunca fui constante, ahora parezco incapaz. Ahí vino una idea: #lacitaperfecta y de nuevo estaba ella. Mi hermana. Como en la infancia ella me ayuda a ser mejor persona, me enseña la belleza, la escritura periodística. Yo intento aprender de ella, admirando su grandeza. No existe mente más inmensa ni emociones más intensas que las que sus textos expresan. 

Cuando quiero animarme pienso en ella. Porque las letras me acompañan en mi vida y son arquetipo de ésta. Pero mi modelo inalcanzable es ella. Un homenaje a mi hermana, por el placer de hacerlo. Porque te echo de menos. Un homenaje porque te quiero

lunes

La vida en(tre) sueños

La vida es demasiado corta para malgastarla viviendo el sueño de otra persona (Oscar Wilde)

No sueñes tu vida, vive tus sueños. Esta frase ñoña, sobre todo, por la autosuficiencia moral que rezuma, destestable; puede ser un resumen contemporáneo de lo que queda del tempus fugit y el carpe diem en la memoria colectiva. Quizás no sea del todo así y este sea un razonamiento simplista; pero si algo caracteriza el tiempo en que vivimos son dos polos, dos vértices de segmento en el que transcurre nuestro día a día: la superficialidad y lo políticamente correcto

Por ello, hablar de sueños, llega a parecer algo infantil. No es lo que toca. Pues no veo que en la actualidad vivamos el sueño de otro y por tanto no exista este pavor, ya que el peligro es que sea la totalidad de la vida, entendida como el presente, la que esté cautiva en la de otros

Me explico mejor. Uno de los últimos libros que he terminado (Il desiderio di essere come tutti) me ha encantado por dos cosas: una tiene que ver con el tema y la otra no. La primera es la sublime crítica a la izquierda política occidental en su conjunto aunque desde un método inductivo, partiendo desde el ejemplo italiano. Y esta no nos sirve para el tema. 

La segunda, es la manera en la que el escritor, en este caso Francesco Piccolo, nos relata como nacemos dos veces. La primera es obvia. La segunda es el devenir como ser público, social o menos. Es decir, en la infancia uno está en el mundo, en su mundo, vive su vida en el sentido más estricto, sin que nada externo a ella lo toque. Lo que dicen los medios de comunicación son algo externo a la vida pueril. 

Ni la inflación, ni la corrupción, ni el ùltimo gol de Messi tienen nada que ver con nuestra vida, en este sentido. Pero llega un momento de despertar, de renacimiento (en el sentido literal y quizás no el más positivo) donde nos damos cuenta de formar parte del mundo. Nos afecta la inflación, la corrupción y el último gol de Messi y lo aceptamos como parte de nuestro día a día. En mayor o en menor grado. 

No se me ocurre un mejor ejemplo de superficialidad que el anteriormente escrito. Pues la vida no sería esto, pero temo que a muchos nos sea familiar. 

Pero hoy quería escribir de sueños. Los sueños entendidos como anhelos, deseos oníricos desde lo más profundo de nosotros. Parece obvio que debieran ser incompatibles con la vida hipermediada antes relatada¿ sin embargo, la complejidad del ser humano pondera de tal manera que lo hace posible. 

Y si ya es difícil lidiar con los propios sueños (y más aun con las expectativas que generaren) aún se hace más arduo acontentar los sueños de otro; y en esto, como padres, tenemos todos una gran responsabilidad. 

Es inevitable crecer como lo es hacerlo sin acumular sueños frustrados, no cumplidos o negados. Se tiende errróneamente a proyectarlos en una nueva vida, como aceptando que en la propia no se cumplirán. Es ese estudia y haz una carrera como yo no pude hacer o aprende a tocar un instrumento, ahora que por suerte, tus padres pueden permitirse comprártelo.

Como padre quiero evitar esto, quiero evitar que mis sueños, anhelos o maneras de vivir influyan en la vida de mi hija. No quiero entrometerme en lo que debiera querer. no quiero infiltrarme en como debiera vivir

Su existencia es paralela a la mía, secante solo en determinados puntos, y por tanto tan ajena como la tuya, querido lector. Creo que existe una manera diferente de educar. Creo que existe un mundo donde alguien es abogado por vocación y no porque mi padre siempre quiso que estudiara derecho. Creo que existen los sueños, creo que hay que defenderlos y que hay que vivirlos, siempre y cuando no sean incompatibles con la convivencia social. 

Creo además que sólo una generación de personas libres pueden sacar al mundo de la superficialidad. No hay que tener prisa por formar parte del mundo, por sentir que te afecta lo que escuchaste en la tele o viste en tu timeline de Facebook. Necesitamos niños que se aburran y sueñen con qué quieren divertirse. Necesitamos frustrarnos y aceptar la frustración. Sólo así tendremos una mínima certeza de no estar viviendo los sueños de otro. A no ser que como intuía Calderón de la Barca la vida sea en sí un sueño. Y los sueños, ya se sabe, sueños son.