lunes

Tots som Catalunya

Yo hoy tenía otro post escrito y desearía no deber escribir éste; pero siento que el silencio ante la injusticia y la violencia impune es, en cierta parte, complicidad con las mismas. Moralmente no puedo guardar silencio.

Lo ocurrido este 1 de octubre en Cataluña es vergonzoso, para España, para Europa y para el concepto de democracia, en general. No voy a entrar en diatribas de culpables e inocentes, de legalidad y política. Hoy voy a versar sobre democracia, un concepto que creo en España hemos manipulado demasiado, hasta despojarlo de todo sentido. Reprimir con fuerza un referéndum considerado ilegal (pero vista la afluencia, no ilegítimo) para defender la democracia es como bombardear civiles en busca de la paz.

Somos una democracia joven, que ha pasado de un gobierno fascista a la modernidad europea en relativamente poco tiempo, donde los mismos que estaban con Franco se cambiaron de chaqueta y abrazaron la transición. Donde pasamos de la canción y la conciencia de protesta a la movida, a querer olvidar, a una amnesia generalizada y voluntaria. Pero hay rémoras que seguimos arrastrando, que aceptamos resignados como normalidad democrática. No lo son.

Os aseguro que basta viajar un poco por Europa para darse cuenta de que Spain is different, por desgracia. Y no os hablo de las idílicas democracias centroeuropeas o nórdicas. Hoy usaré como comparación el país europeo más símil al nuestro de Europa. En cultura, corrupción y clientelismo. Pero que, desde luego, en democracia nos da mil vueltas (no obstante sus defectos, que los tiene. Tantos). Estoy hablando en el país en que vivo desde hace 6 años. La República de Italia. En tres puntos:

1. Partamos del hecho de que se habla de un referéndum, una consulta al pueblo. En una democracia real, el referéndum no sólo debe ser una herramienta legal, sino esencial. En el ejemplo italiano, desde el año 1978 hasta hoy ha habido un total de 68 referendos. En España sólo tres (Constitución española, OTAN y Constitución Europea). Creo que es patente la diferencia.

2. Precisamente el último referéndum italiano, celebrado en diciembre de 2016, y auspiciado por el entonces premier Matteo Renzi (una mezcla entre la falsa izquierda de Sánchez y el amor eterno al liberalismo desenfrenado de Rivera) pedía el beneplácito de la población para poder realizar una reforma constitucional. La población italiana votó masivamente NO y Renzi dimitió. Obviamente, uno no puede evitar recordar el atropello sufrido con la reforma constitucional exprés de 2011.

A este punto debo aclarar una cosa. Los italianos están verdaderamente orgullosos de su Constitución (y tienen motivos para estarlo). Basta decir que fue redactada por los "partigiani", esto es, hombres y mujeres que vencieron y expulsaron al invasor fascista. Hombres y mujeres que vencieron al fascismo, mataron al dictador e hicieron huir la monarquía. A este punto, las comparaciones empiezan a ser bastante odiosas...

3. Una de las actuales discusiones en el Senado italiano (tras su aprobación en el parlamento) es una ley contra la apología del fascismo. Por la cual, alguien que exhiba consignas, saludos o propaganda fascista está cometiendo un delito. La simple propuesta y tramitación de esta ley demuestra la madurez democrática de Italia. En España no paramos de ver manifestaciones fascistas impunes, incluso en actos públicos, y manifestaciones que se concluyen con un Cara al Sol.

Obviamente, existen más síntomas de esta nuestra democracia enferma. La ley mordaza, el impuesto al sol o la continuación manipulación de los medios de comunicación del régimen públicos, son otras formas que tiene España de hacer el ridículo internacionalmente.

Para acabar, comparto con vosotros una reflexión que me hace el 99% de los italianos que conozco. Me hablan de como mientras sufrían los últimos años de Berlusconi, miraban a España con admiración en la etapa de Zapatero e incluso aspiraban algún día en estar tan "adelantados" como nosotros. A un cierto punto me preguntan: "¿Qué ha pasado después con esa España?". Nadie se explica como permitimos entrar en el poder a Rajoy. Yo aún no me lo explico como pueda seguir. Entonces llega la triste conclusión: igual tenemos los gobernantes que nos merecemos. Y vuelta a empezar del círculo vicioso. Una vez más, en España la democracia (no como contraposición de la dictadura, sino la verdadera democracia moderna) brilla por su ausencia.

viernes

Disfemismo estético

La belleza salvará el mundo (Fedor Dostoyevski)

La objetividad no existe. Se busca, se pretende, se finge o incluso se alaba; pero no existe. Es el intocable Sol al que muchos aspiran pero ninguno toca. El ser humano es por antonomasia subjetivo. Ojo avizor, pues, a quien habla bajo el presunto calor de un sol de objetividad, pues probablemente tal "astro rey" no sea más que una incandescente bombilla.

Con la belleza pasa algo parecido. No puede ser entendida, la belleza, sin aceptar cuán subjetivo es el ser humano. Pues lo bello es mutable e incluso inapreciable para muchos. La belleza puede ser única o común, duradera o fugaz, extraña o compartida. Lo que nunca será la belleza es objetiva.

Ya no es bello (banalmente) veranear en un apartamento en Torrevieja o en la Manga, ni los pantalones de campana; nadie ve belleza en la decadencia de Detroit ni en el asesinato de un animal, por el motivo que fuere. La belleza ahora es la naturaleza como ayer lo fue la industria bajo una elegante escafandra del progreso abstracto, como un fin a sí mismo.

La belleza no se puede cuantificar y por ello el arte y su precio han sido y serán siempre arbitrarios. La belleza no es un factor determinante, por mucho que nos duela a los que creemos apreciarla. Y no, por desgracia, la belleza tampoco nos va a salvar.

No tiene ese poder pues como decíamos, la belleza es subjetiva. Por debajo de capas de sensibilidad humana hacia lo bello, está el núcleo recóndito del animal egoísta y de alma autárquica. El instinto y apetito primarios.

La belleza no salva a la cebra de su predador. La belleza e inocencia, la de cualquier niña en cualquier lugar en guerra, no le salva del abuso del soldado enemigo (y creedme, me duele hasta pensarlo). Malditos abusos y malditas guerras. Maldito ser humano. La belleza no remuerde conciencias, ni crea justicia, ni otorga dignidad.

La mayor belleza está donde vivimos. Un planeta espectacular. Cicatrizado con fronteras, perforado con la codicia e ignorado con la estupidez más supina. La belleza del planeta no lo va a salvar, no salvó de la extinción a ningún animal y no nos puede salvar del lobo que es el hombre para el hombre.

La belleza nos puede aliviar, distraer y apaciguar; incluso alejarnos del animal de alma autárquica. Pero esta vez no estoy de acuerdo, Fedor. La belleza nunca nos ha salvado y dudo mucho que nos salvará.

 

Este post forma parte de #lacitaperfecta un estimulante proyecto que estoy desarrollando junto a mi hermana. Un juego que consiste en destapar con cierta periodicidad una cita célebre y escribir un post inspirados por la misma. Dos perspectivas de vida de dos juntaletras que por circunstancias están lejos en lo geográfico, pero muy cerca de corazón.

lunes

Consumando el ocio. La ciudad como parque temático

Me ocurre desde hace mucho tiempo, o al menos batante, considerando una existencia vital de 28 años. Y es que, en el momento en el que dejé de poblar las plazas, de jugar al escondite entre portales y coches aparcados me percaté de la existencia de un malestar que, como digo, me acompaña periódicamente y del que salgo con suma trivialidad. El ocio, la manera de aburrirse colectivamente y divertirse como consecuencia había cambiado. Todo ello me lleva a una conclusión, lo contrario de consumir no es el comunismo. Hoy en día, lo contrario de consumir es aburrirse; y el tedio es el mayor enemigo de una sociedad con prisa.

El proceso es siempre el mismo, se abre ante mí el abismo de que no existe diversión sin consumo. No recuerdo o, al menos recuerdo pocas, una ocasión en la que encontrar a un familiar, amigo o conocido no tuviera como fin de una manera directa o indirecta, una actividad de consumo.

Me considero privilegiado de tener amigos y familiares que aman pasear sin más o charlar sentados en un banco del parque, pero me doy cuenta de que no es la norma. Todo lo que nos rodea nos incita a consumir como sinónimo de hacer algo. Consumir para no aburrirse. Comprar momentos de felicidad. Definiendo nuestro ocio por momentos de consumo.

 "¿Es ésto algo malo o negativo?", me pregunto a mí mismo a continuación. Como en todo, depende del enfoque. Es posible que sea un hecho meramente evolutivo o antropológico, el ser humano siempre se ha relacionado en búsqueda del bien propio siempre en primer término y solo después, en pos del bien común. Desde esta perspectiva es lógico que los adultos nos relacionemos buscando un beneficio personal, una recompensa. Cambiar dinero por productos, servicios, espectáculos...por ocio al fin y al cabo nos consuela. Obtenemos una recompensa personal de manera conjunta.

Quizás, entonces, no sea del todo negativo este consumismo 24 horas, si vivido en su justa medida. Pero es entonces cuando mi mente abstrae la última y triste pregunta; que parece alejarse del tema pero resulta ser la pregunta más hiriente "¿Qué nos diferencia de los niños? ¿Por qué no nos divertimos y relacionamos como ellos?" Una reciente campaña de Mayoral tocaba esta sensible fibra.

La respuesta a esta pregunta no es sencilla. Bajo el superficial mantra de que éso significa madurar, la espontaneidad y felicidad infantil olvidada, hace que toda respuesta razonada se desmorone como un castillo de naipes. Duele por la nostalgia y porque deja la sensación de que como adultos hemos banalizado nuestro tiempo, vendiéndolo al mejor postor. En ese momento una fuerza vital me arrastra: quiero jugar, hablar, divertirme y aburrirme con familiares, amigos y conocidos, eligiendo si consumir o no, pero aprovechando mi tiempo. Quiero elegir si consumir en un lugar y no que cada lugar que elija sea, directa o indirectamente, de consumo.

viernes

La quimera humana del talento sempiterno

Cuando me encuentre delante de Dios al final de mi vida, espero no haber desperdiciado ni una milésima de talento y así, poder decir que he usado todo lo que me ha dado (Erma Bombeck)

Dejando a un lado a los dioses y su utilidad como relajante psicoterapeútico para la vida cotidiana de lo que ya hablé en su día, el final de la vida debe ser como el final de un día cuando eres un niño. Acaba todo lo conocido y al día siguiente todo está por conocer. Aunque en el caso de la muerte acaba literalmente todo; conocido y por conocer.

Ante tal trágico suceso, es un lugar común mirar hacia atrás, como aquel pensamiento recurrente y comprometido en la cama antes de dormir. Aquel "¿qué he hecho hoy de nuevo, interante, útil, fructífero...?" y así hasta el infinito.

Como pequeños faraones egipcios, quisiéramos ser inmortales. O al menos, intentar serlo en la memoria de los que quedan y los que vendrán. Todos tenemos algún talento y todos tenemos miedo a usarlo mal o poco, y aun más de usarlo al máximo y que no sea suficiente. A morir de fracaso o sofocar de éxito. A atrofiar lo que se esperaba de nosotros, aunque a esperar muchas veces seamos solo nosotros mismos.

Son numerosos los pintores, escritores, poetas, dramaturgos, músicos... que vivían obsesionados con el talento; con no tener suficiente o con no tener herramientas, colores, palabras, escenografías o sinfonías lo suficientemente dignas de expresar su rico mundo interno. Pero como el tiempo, el talento es relativo, y nosotros como público lo percibimos aunque para el genio esté funcionando sólo a medio gas.

En mi modesta medida, por supuesto no me considero nadie con un especial talento, a veces me sucede de tener elucubraciones mentales o un concepto sobre el que escribir o manifestarme de alguna manera. A veces escribo a mano, otras lo macero en la mente y entonces acaban en este blog. Pero os puedo asegurar que sólo uno de cada diez de esos textos me resulta que puedan ser dignos de la chispa que los originó.

El talento es una explosión fantasiosa de la inteligencia que da como resultado algo que resulta útil a otros de alguna manera. Del talento surgen grandes campañas publicitarias, obras teatrales o himnos musicales. El talento se toca con el arte. Es inmaterial pero da como resultado el mejor patrimonio humano posible.

Cuando me encuentre al final de mi vida, no pensaré al talento ni al arte, ni a los objetivos cumplidos, ni de haber usado todo lo que he madurado en vida (no estoy completamente de acuerdo con los talentos naturales, pienso que todos merecen ser trabajados para desarrollarse). Pensaré en quien tenga delante, besaré a quien quiera, escribiré letras eternas para quien se queda, lloraré y reiré. Viviré al margen de deseos faraónicos de ser eterno. Y moriré, como consecuencia de haber vivido. Moriré sabiendo que he pensado, besado, escrito, llorado, reído y vivido al máximo. La evaluación de mi talento o la ausencia del mismo lo dejo al resto.

jueves

Salto al vacío. Osadía y magia.

Cualquier cosa que puedas hacer o soñar con hacer, ¡comiénzala! La osadìa està llena de genialidad, poder y magia (Johann Wolfgang von Goethe)

Un curso de operador de cámara, el nivel C1 de inglés o una segunda carrera en Psicología. Sin olvidar o pasar por alto culminar mis bocetos de currículum creativo, hacer teatro o intentar publicar algo de lo que tengo escrito entre todas las libretas y cuadernos de casa. Son sólo algunos ejemplos de como el ser humano en general y yo, en particular; somos capaces de gestionar la frustación de no conseguir nuestras metas alejándolas de nosotros.

Pensamos, planteamos, planeamos y descansamos. Y vuelva a repetir el ciclo. Alejando así el inicio, el primer paso o, en mi caso lo que más me cuesta, la prosecución de un segundo paso que confirme el empeño en lo que se hace. Comenzar algo nuevo es salir de la zona de confort porque supone entra en un estado de incertidumbre e incluso pánico, pero es la única manera de aprender y evolucionar de alguna manera.

Pero un nuevo inicio no es solo un estado mental, pues debe seguirlo una acción y para ello predisponer de un espacio y un tiempo, físico o mental que sea, en el que desarrollarse. La enfermedad del siglo XXI es la impaciencia, no tenemos tiempo para nada que requiera tiempo, pero lo perdemos tontamente por miedo a aburrirnos. Y así se cierra una y otra vez un círculo vicioso. Y la vida pasa y el tiempo se escabulle. Y los días convertidos en meses denotan que nada cambia bajo el sol.

Es cierto que lo estoy dramatizando demasiado, puesto que empezar algo nuevo no asegura su éxito, es más, hay más probabilidades de que acabe resultando algo diverso de lo pensado en inicio y por tanto se acerque más al fracaso. Pero es en ese camino audaz que nos abre la osadía de intentarlo donde podemos encontrar la linfa vital de la que surtirnos. Goethe habla de genialidad, poder y magia son tres palabras enormes y magmánimas, pero a pequeña escala nos podemos acercar a ellas todos los días.

Estamos hartos de escuchar y leer en mesajes pseudomotivadores (digo pseudo porque creo que sirven sólo como aspirina emocional, hace sentir bien en ese momento, se comparte, pero igualmente no conllevan a la acción de quien los recibe o lee) que si quieres conseguir algo debes lanzarte a ello, con cabeza pero no sin corazón y coraje. Nadie llega a sus metas sin esfuerzo pues sólo en el diccionario éxito va antes que trabajo. Conseguir que cada límite sea una oportunidad para aprender es una genialidad, afrontarlo con autodeterminación es un gran poder y superarlo, cuando parecía imposible, está lleno de magia.

viernes

The man who sold the world

"El viejo Donald y el viejo carbón: ¿podéis imaginar un binomio más primitivo, reaccionario y anacrónico? Falta la locomotora que avanza, como en las películas del oeste, llenando de humo el campo a su paso y el cuadro ya sería perfecto. Si no fuese porque no nos encontramos en el nacimiento de la revolución industrial, sino en la era de reflexión, de la emergencia climática, de las energías renovables, de la revolución tecnológica. En todos lados menos en la cabeza de Trump y sus electores.

Cada nueva piedra que este señor añade a su obtuso monumento al pasado (¡ah, la vieja América que funcionaba con carbón, disparaba a los bisontes y mantenía a raya a los negros!) alimenta el ideario del trumpismo. El presunto populismo, pero sobretodo su presunta oposición al establishment. Pero los ricos tienen sus pulmones a salvo, si el aire apesta van a Aspen o a los Alpes, comen comida biológica, beben sano y se ríen de las consignas antiecológicas de Trump. A pagar el precio de la contaminación y el cambio climático, como ha sucedido en Nueva Orleans, será siempre la gente pobre. ¿y ésto sería populismo? ¿Castigar al pueblo, pero en su nombre?"

No, el post de hoy no forma parte del proyecto #lacitaperfecta, que si no sabéis qué es os animo a descubrir leyendo los posts anteriores. El texto anterior es una traducción de la columna de opinión titulada La Hamaca del periodista Michele Serra del 30 de marzo de 2017.

No creo que exista mejor manera de resumir el esperpento en materia ecológica de Donald Trump que con el primer párrafo. Ya existen, aunque casi ningún medio lo diga, los llamados refugiados climáticos; y su cifra se incrementará cada vez más, sin contar lo que Trump pueda acelerar de este horrible proceso, ya irreversible. Basta informarse de la situación vivida por una isla ex-colonia británica: Kiribati.

Trump evoca un pasado glorioso, tan idílico como probablemente inexistente. Esto sirve de embudo para canalizar la rabia de una clase media empobrecida y transformarla en una falsa revuelta contra el poder establecido. No puede ser más icónico que precisamente esa rabia contra el poder sea personificada en un hombre que se ha hecho multimillonario precisamente gracias a ese sistema.

A este punto la duda es ¿Es éste el populismo tan cacareado en los últimos tiempos? ¿Es cumplir metafóricamente los deseos de un pueblo enrabietado con discriminación de minorías e hipotecando su futuro y el de sus hijos? Como denuncia el propio Serra, parece que el populismo sea castigar al pueblo, pero en su nombre. Esto me recuerda a un sistema político que en España hemos conocido muy bien. Efectivamente, esto me recuerdo al despotismo ilustrado. Donde un supuesto dictador benévolo e iluminado utiliza su poder y liderazgo de manera paternalista. Una especie de dictadura por el bien común. El mal menor como solución óptima.

El mundo gira en rotaciones cíclicas, no debiera hacerlo así nuestra historia. Intentaré que este sea mi último post sobre Trump. O más bien y parafraseando a Bart Simpsons:"No prometo que lo intentaré. Pero intentaré intentarlo". 

miércoles

Sonrisa en familia

Sonríe, respira y ve despacio (Thich Nhat Hanh)

Poco que añadir a lo anterior. Nada más y nada menos que un mantra emanado de uno de los grandes referentes del Budismo, relevante aun hoy; determinante en la guerra de Vietnam. Como todo mantra es útil recordarlo en momentos puntuales, cuando la inercia de la vida acelera todo y sólo nos detenemos en lo superfluo. Entretenemos el alma en banalidades autofinalistas. Paolo Coelho, Bucay y compañía no han inventado nada, sus escritos son sólo el reflejo de una copia barata de lo que son los mantra.

Dicho esto, la cita de hoy no me inspira una reflexión sobre su contenido. Ni siquiera sobre su autor. Y de ambos se podría versar tanto. Pero la mente sigue sus caminos propios, y viendo esta frase me vienen flashes de una misma anécdota. Mi post hoy será una anécdota. No sé si tendrá mucho que ver con la cita, pero no por ello me voy a coartar.

El escenario es una mañana de invierno en mi Antequera natal. Pero no es una mañana cualquiera, toda persona que haya sido niño en España sabe esto. Es el Día de Reyes. Tras la cabalgata, tras los regalos. Es una mañana en familia, una mañana de juegos y de paseos. De estrenar juguetes en el parque. Algo que espero no se pierda nunca del todo, a pesar de los videojuegos u otros regalos tecnológicos más sedentaristas.

El 6 de enero de 2017 me encontré con una escena que se hace difícil describir sin parecer de alguna manera cínico o demagogo. Había un hombre de mediana edad, que trabajaba barriendo y limpiando las calles de la ciudad, con su escoba y sus cubos. Nada de particular hasta aquí. A unos 10 metros de él estaba su mujer, con una niña de unos 7 años y otro de unos 2 en el carrito.

La niña jugaba con una muñeca, seguramente apenas regalada. Paré disimuladamente 10 minutos para admirar la escena. Donde iba él le seguía su familia, a pesar del frío y de lo temprano que era. Sin interrumpir su trabajo pero haciéndole compañía. Estaban pasando los Reyes en familia, a pesar de que él debía trabajar. Es fácil ser cínico por el trabajo que desarrollaba, entrar en la falsa moralina de pandereta, pero debo decir que una escena de extraordinaria normalidad como ésta no me dejó indiferente.

Muchas palabras vienen a la cabeza. El sacrificio, del padre por sacar adelante a su familia y de su familia por estar siempre a su lado. Sacrificio inadvertido por sus hijos, que juegan tranquilos, que pasan esa mañana en familia. Debe ser triste tener que trabajar esa mañana teniendo niños en casa.

Lo que más me gusta de esta escena es que no tiene nada de especial, pero algo deja. Quizás ellos no se den cuenta nunca de la imagen de fuerza que daban. Poco o nada tiene que ver con la cita, pero por alguna razón mi mente ha asociado el intangible recuerdo relatado con una frase que nos habla de paciencia y felicidad. La primera (paciencia) es una virtud que puede ayudar a alcanzar la segunda. Para mí, la felicidad es una manera de estar al mundo y no un fin en sí mismo.

Este post forma parte de #lacitaperfecta un estimulante proyecto que estoy desarrollando junto a mi hermana. Un juego que consiste en destapar con cierta periodicidad una cita célebre y escribir un post inspirados por la misma. Dos perspectivas de vida de dos juntaletras que por circunstancias están lejos en lo geográfico, pero muy cerca de corazón.

Sobre el proyecto AQUÍ.  El post de mi hermana AQUÍ.

martes

Las letras y la vida. Gracias María José.

Mi relación con la escritura es paradigmática de mi relación con la vida social en general. Anecdótico pero cierto. La literatura de pequeño y, no sin vergüenza, de menos pequeño; era para mí una desconocida. Más allá de los cómics de Mortadelo y Filemón, de algún Manolito Gafotas o Superlópez, la literatura existía sólo en la escuela. Aun gustándome, como me gustó, obras como La casa de Bernarda Alba o El Lazarillo de Tormes; me costaba impregnarme en lecturas y por tanto, no llegaba a embriagarme como ahora.

Mi relación con las letras tiene un nombre y dos apellidos. Mi primera vez con un folio en blanco tiene nombre de programa educativo de La 2. Son María José Carmona López, mi hermana; y nuestro Club de Escritores. En mayúscula.

A ella siempre le ha sobrado talento, a mí siempre me ha faltado constancia. La escritura es un paradigma de mi vida porque la perseverancia no es un adjetivo que nos describa, tampoco el sustantivo perfección, pues no la busco, ni la quiero. Desde aquel juego, escribir desapareció de mi día a día. Apareciendo quizás en algún concurso literario o como manera de obtener puntos extra en los exámenes de lengua y literatura o filosofía.

Tuvo que ser la vida la que incitara a la escritura. En un periodo algo movido en lo personal, empecé a escribir sobre un cuaderno, que después fueron dos y que hoy en día he perdido la cuenta. Escribía reflexiones cortas de apenas una página, autoconclusivas. Y descubrí algo: escribir como válvula de escape. Escribía para mí mismo y esos textos siguen siendo personales, alojados en un blog cuya dirección no es pública.

Después de aquella etapa, ya en Italia, echaba de menos las letras. En este caso, no necesitaba escribir para desahogarme. Y ahí vino el cambio principal: escribir por el mero placer de hacerlo. Sin duda una de las mejores cosas que hacer sobre todo en viajes en tren, aeropuertos y lugares de tránsito; pero también en casa, evitando las mil tentaciones que tenemos para estar con nosotros mismos. Con papel y boli como únicas armas.

Y fue entonces que nació Brainsploiding, con la vocación de ser un espacio libre de pensamientos y palabras, pero esta vez sí, público. Entonces, cuando parecía que las letras se alejaban de la vida, el destino me demostró que nunca fue así. Vino a la luz, vino La Luz, llegó ella. Nacía Nerea y bajo el brazo traía la felicidad, bajo los párpados toneladas de amor.

Ya durante el embarazo no podía parar de escribir. Escribir por la emoción. Y una vez que nació, durante los dos primeros años de vida y todavía hoy (aunque menos) encontré la mayor inspiración que he tenido nunca. Sin perfección y sin constancia, pero la supe utilizar. Todo lo que salía de mis manos rimaba, empecé a escribir en verso aun sin haberla, de nuevo no sin vergüenza, leído demasiado en mi vida (la poesía). Descubrí otro uso de la escritura: Escribir por la belleza.

Esas rimas formarán parte de un regalo para mi ninfa cuando será una mujer. No son perfectos, no soy un poeta, ni siquiera escritor; eso son palabras mayores. Pero al menos serán sólo suyos, y de alguna manera nuestros.

Sin embargo, mi inspiración se estanca, se vacía. En parte por la banalidad, en parte por estar muy ocupado. Por el trabajo, por el tiempo en familia. Es un bendito problema, lo sé. Nunca fui constante, ahora parezco incapaz. Ahí vino una idea: #lacitaperfecta y de nuevo estaba ella. Mi hermana. Como en la infancia ella me ayuda a ser mejor persona, me enseña la belleza, la escritura periodística. Yo intento aprender de ella, admirando su grandeza. No existe mente más inmensa ni emociones más intensas que las que sus textos expresan. 

Cuando quiero animarme pienso en ella. Porque las letras me acompañan en mi vida y son arquetipo de ésta. Pero mi modelo inalcanzable es ella. Un homenaje a mi hermana, por el placer de hacerlo. Porque te echo de menos. Un homenaje porque te quiero

lunes

La vida en(tre) sueños

La vida es demasiado corta para malgastarla viviendo el sueño de otra persona (Oscar Wilde)

No sueñes tu vida, vive tus sueños. Esta frase ñoña, sobre todo, por la autosuficiencia moral que rezuma, destestable; puede ser un resumen contemporáneo de lo que queda del tempus fugit y el carpe diem en la memoria colectiva. Quizás no sea del todo así y este sea un razonamiento simplista; pero si algo caracteriza el tiempo en que vivimos son dos polos, dos vértices de segmento en el que transcurre nuestro día a día: la superficialidad y lo políticamente correcto

Por ello, hablar de sueños, llega a parecer algo infantil. No es lo que toca. Pues no veo que en la actualidad vivamos el sueño de otro y por tanto no exista este pavor, ya que el peligro es que sea la totalidad de la vida, entendida como el presente, la que esté cautiva en la de otros

Me explico mejor. Uno de los últimos libros que he terminado (Il desiderio di essere come tutti) me ha encantado por dos cosas: una tiene que ver con el tema y la otra no. La primera es la sublime crítica a la izquierda política occidental en su conjunto aunque desde un método inductivo, partiendo desde el ejemplo italiano. Y esta no nos sirve para el tema. 

La segunda, es la manera en la que el escritor, en este caso Francesco Piccolo, nos relata como nacemos dos veces. La primera es obvia. La segunda es el devenir como ser público, social o menos. Es decir, en la infancia uno está en el mundo, en su mundo, vive su vida en el sentido más estricto, sin que nada externo a ella lo toque. Lo que dicen los medios de comunicación son algo externo a la vida pueril. 

Ni la inflación, ni la corrupción, ni el ùltimo gol de Messi tienen nada que ver con nuestra vida, en este sentido. Pero llega un momento de despertar, de renacimiento (en el sentido literal y quizás no el más positivo) donde nos damos cuenta de formar parte del mundo. Nos afecta la inflación, la corrupción y el último gol de Messi y lo aceptamos como parte de nuestro día a día. En mayor o en menor grado. 

No se me ocurre un mejor ejemplo de superficialidad que el anteriormente escrito. Pues la vida no sería esto, pero temo que a muchos nos sea familiar. 

Pero hoy quería escribir de sueños. Los sueños entendidos como anhelos, deseos oníricos desde lo más profundo de nosotros. Parece obvio que debieran ser incompatibles con la vida hipermediada antes relatada¿ sin embargo, la complejidad del ser humano pondera de tal manera que lo hace posible. 

Y si ya es difícil lidiar con los propios sueños (y más aun con las expectativas que generaren) aún se hace más arduo acontentar los sueños de otro; y en esto, como padres, tenemos todos una gran responsabilidad. 

Es inevitable crecer como lo es hacerlo sin acumular sueños frustrados, no cumplidos o negados. Se tiende errróneamente a proyectarlos en una nueva vida, como aceptando que en la propia no se cumplirán. Es ese estudia y haz una carrera como yo no pude hacer o aprende a tocar un instrumento, ahora que por suerte, tus padres pueden permitirse comprártelo.

Como padre quiero evitar esto, quiero evitar que mis sueños, anhelos o maneras de vivir influyan en la vida de mi hija. No quiero entrometerme en lo que debiera querer. no quiero infiltrarme en como debiera vivir

Su existencia es paralela a la mía, secante solo en determinados puntos, y por tanto tan ajena como la tuya, querido lector. Creo que existe una manera diferente de educar. Creo que existe un mundo donde alguien es abogado por vocación y no porque mi padre siempre quiso que estudiara derecho. Creo que existen los sueños, creo que hay que defenderlos y que hay que vivirlos, siempre y cuando no sean incompatibles con la convivencia social. 

Creo además que sólo una generación de personas libres pueden sacar al mundo de la superficialidad. No hay que tener prisa por formar parte del mundo, por sentir que te afecta lo que escuchaste en la tele o viste en tu timeline de Facebook. Necesitamos niños que se aburran y sueñen con qué quieren divertirse. Necesitamos frustrarnos y aceptar la frustración. Sólo así tendremos una mínima certeza de no estar viviendo los sueños de otro. A no ser que como intuía Calderón de la Barca la vida sea en sí un sueño. Y los sueños, ya se sabe, sueños son.    

viernes

El río y sus afluentes en la corriente de la vida

No me situéis al lado de quien se lamenta sin alzar nunca la vista, de quien no sabe decir gracias, de quien ya no sabe darse cuenta de que está atardeciendo. Cierro los ojos, doy un paso al lado. Soy otra cosa. Estoy en otro sitio. (Alda Merini)

Desde que estudié a Ortega y Gasset una frase me confirmó la profunda intuición que siempre tuve en mi haber. Yo soy yo y mi circunstancia. La personalidad, el ego, lo que soy hoy (como constante temporal del ahora) depende de mí y de mi circunstancia; de lo que me circunda, la realidad que me rodea. Espacial y temporal. No sólo las personas que me rodean, también el tiempo que me circunda. El pasado vivido determina mi toma de decisiones presente, que se declinarán en un determinado futuro.

Es, pues, importante influir en ese entorno si queremos que ese yo nos satisfaga. Desde que leí por primera vez las Coplas de Manrique hago mía la analogía de la vida como río que va al mar, que es el morir. En ese curso, la corriente es la vida misma, la energía que mueve todo. Como todo río depende del terreno y de las condiciones meteorológicas. Además de dejar a su paso sedimentos, por un lado y enriquecer tierras a su paso; por el otro.

Consecuencia de lo anterior son los afluentes, que influyen irremediablemente en el curso del río, sin formar (a priori) parte del mismo; aunque pasados unos metros sea fácil confundirlos con la corriente del río mismo. Siendo indivisibles afluentes y río, como las circunstancias y el yo.

Es aquí donde conecto con la cita perfecta de este post. Tan importante es la actitud como el ambiente en el que se desarrolla. Ten a tu lado un compañero de trabajo mediocre y tarde o temprano perderás el tiempo como él en la oficina. Rodéate de gente creativa y dinámica, y algo, por poco que sea, dinamizará en ti, activará en tu mente un espacio olvidado, te hará pasar a la acción.

De pequeños sabemos valorar el entorno, vivimos la vida sin límites. Mi hija cada noche busca la luna y al encontrarla siempre se sorprende y alegra, sonríe y salta; a pesar de ser algo que esperaba. Alza la vista y transmite una alegría al que esté a su lado. Acercarse a este estado es una meta que irremediablemente te acerca mucho a la felicidad plena.

Por ello no hay que darse por vencido, no situarse al lado del que se lamenta por llegar tarde al trabajo si ha sido por jugar con su hija; alejarse de aquellos que no saben agradecer la vida, el trabajo de los demás o devolver una sonrisa; ni intoxicarse de aquel que vive por una inercia meramente fisiológica. Yo no lo hago y espero no hacerlo nunca.

Como Alda Merini prefiero cerrar los ojos y dar un paso al lado. Prefiero imaginar. Viajar en el tiempo es posible solo hacia adelante y de segundo en segundo. Viajar en la mente. Es posible siempre. Si alguien os lo niega, alejáos de ese afluente, cread un meandro que se aleje, dejad sedimento a su paso. Soís otra cosa y estaréis en otro sitio.

Por ello, para este proyecto, yo me he rodeado de la persona más dinámica y creativa que conozco. Mi hermana María José. Podéis seguir su reflexión de esta misma cita en su blog. Hasta la próxima cita perfecta.

sábado

La cita perfecta

Leo poesía porque en ella encuentro mujeres y hombres que buscan el sentido de las cosas...y es de los poetas que espero aquello que quisiera hacer pero sin ser capaz de hacerlo

Feliz 2017. Año nuevo, retos nuevos. La cita anterior no es mía, sino de un compañero de trabajo que cada año nos regala, a mí y a otros compañeros, por Navidad algo muy especial, siempre bastante espiritual. Un verdadero regalo, de los mejores que recibo cada año. Más aun si tenemos en cuenta que durante el año no sabemos nada de él.

Este año nos ha dado un bloc de post-it ya escritos. Calculo que serán entre 60 y 100. Todos ellos contienen citas. Fragmentos de vida para regalar, como lo define la persona en el primero de ellos. El prólogo, el texto debajo del título, es la cita del inicio de este post.

Hace ya cinco años nacía este blog, en el que me gusta escribir sin más límite que el de mi imaginación y el escaso tiempo que le puedo dedicar. Aunque cada post sea un mundo, he de reconocer que todos abrevan de un manantial común, con un estilo marcado. Desde las reflexiones personales hasta las noticias de actualidad comentadas. Todas poseen un denominador común.

Esto me gusta y enorgullece, porque este era el fin de este proyecto y a día de hoy no sé que haría sin un espacio libre donde escribir como éste. No obstante, mi número de posts ha ido bajando año tras año; quizás por la dificultad de encontrar temas nuevos y frescos, quizás por encontrarlos y no encontrar tiempo para plasmarlos. Fuere como fuere, jamás por hastío o hartazgo. Brainsploiding sigue más vivo que nunca. Aunque no necesite justificarlo a nadie querìa dejarlo claro.

Mi intención es escribir más y añadirme un nuevo estímulo. Las próximas entradas tendrán una cita al inicio, un fragmento de vida, que os regalaré. Como hicieron conmigo. Tras la cita discurrirán palabras y pensamientos transcritos, reflexiones puras más o menos elaboradas. Es lo único que puedo anticipar porque no hay nada escrito, lo haré en ese momento.

No sé con que regularidad podré hacerlo, ni si se intercalarán otros posts antes de acabar la serie de post-it. Lo que sí creo, es que será un reto bonito. Un homenaje al pensamiento sin más, una manera de detenerse en este frenesí veloz de vida al que nos pretendemos habituar. Al fin y al cabo, una búsqueda (infructuosa) de la cita perfecta.