jueves

Kant de barra de bar 2: El trap y lo superfluo como imprescendible

EL TRAP ES AL RAP LO QUE CAMELA ES AL FLAMENCO #ahíquedaeso Ritmos de m, con letras de m, pero está de moda por el rollo gita-gansgta...por suerte pasará como pasó con el break-beat


en la que me he visto precipitar lenta e inexorablemente. Pero no, gracias a mi amigo y excompi de piso Zú y su respuesta al tweet, hoy estoy reflexionando sobre el trap y los motivos de su éxito. Este post podría ser algo serio; pero no cuento con la preparación necesaria...por tanto, abocado me veo a reeditar por segunda vez un nuevo capítulo de la serie Kant de barra de bar.

Valga como premesa que seguramente no he escuchado demasiado trap (no he sido capaz, la verdad) pero a mi parecer se basa en sonidos banales que cualquier chaval de 13 años con 10 minutos de tiempo libre, las voces son melódicamente nefastas y, a diferencia del rap, los textos son insulsos y sin ninguna regla métrica, ni siquiera la rima.

Entiendo que un esperpento así pueda encajar con el espíritu contestatario que caracteriza a la adolescencia, sin embargo, creo que en este caso el trap es de alguna manera apreciado por otras capas sociales más adultas.

Concluyo pues, que el trap alberga hoy lo que en su día fue el espíritu musical de La Movida. Venimos de años muy difíciles en los que, quien más quien menos, ha sufrido las consecuencias de la crisis en sus carnes (sobre todo la crisis económica y laboral). A ello hemos de sumar el mecanismo de defensa que se genera cuando, desde todos lados, se nos recuerda que va todo mal. Algo parecido a la compassion fatigue de la que The Guardian habla en este artículo. Dicho mecanismo no es otro que la apatía, que está a un paso de la indiferencia y nos lleva a la necesidad de entretenernos en algo banal para no ocuparnos de lo mal que esta todo. De evasión. De amnesia colectiva voluntaria. ¿Os recuerda esto a algo?

Durante la Transición había mucha injusticia por resolver, impunidad por doquier y recuerdos dolorosos con los que convivir. La canción protesta y comprometida fue denostada para dar paso a música sin intención ni pretensión mayor que la de entretener, hacer bailar y, al máximo, provocar. De los grupos de la Movida (y en este doy una opinión muy personal) se salvan musicalmente muy pocos para mí.

Tanto creo en esta tesis que estoy seguro de que el trap durante años de bonanza habría pasado bastante inadvertida. El contexto y la necesidad de evasión han permitido que llegue a donde está. Vivimos en el mundo que votó a Trump y Salvini por desencanto con la política y va a conciertos de trap por desencanto a los gustos musicales mainstream.

Hay una frase, vista en una tienda en Italia, que para mí hace de perfecto corolario: Podéis quitarme lo necesario, pero por favor, nunca me despojéis de lo superfluo.