miércoles

El feminismo que gusta a los hombres machistas

Acabar con la violencia de género contra las mujeres es cosa de hombres. Parece de perogrullo, una obviedad tan patente que roza la ridiculez de quien la dice, pero nada más lejos de la realidad. El otro día en un acto teatral por el día mundial de la eliminación de violencia contra la mujer pude observar lo mismo de siempre: los hombres éramos minoría en esta clase de actos. Evidenciando que afirmaciones como la anterior son necesarias todavía.

Nada mejor que el lenguaje para engañar o de estereotipos para mantener el estado de las cosas. Hace unos meses leí un artículo de opinión del Washintong Post cuya autora defendía que se vuelve a manifestar el feminismo que gusta a los hombres, es decir, el feminismo más radical y transgresivo como el de las Femen (odiado a veces incluso por las propias mujeres) o aquel que identifica el ser feminista con una especie de guerrera andrógina que sólo quiere llamar la atención. Que esta percepción se comparta por la mayor parte de la sociedad ya es un fracaso en el punto de partida.

Pero hablamos de violencia, de la abolición de la misma. La desigualdad puede causar creencias de superioridad o inferioridad de unas personas sobre otras pero no nos equivoquemos, la desigualdad es natural; no somos iguales, no es una igualdad lo necesario o lo que los defensores del feminismo pedimos, sino la equidad, esto es: igualdad legal, social, laboral, económica teniendo en cuenta los particulares propios del género de esa persona.

Cuando se piensa en maltrato se piensa en maridos y exnovios, en extracomunitarios, en alcoholismo, en machismo... pero nadie piensa en hijas, en madres o en amigas, en silencios cómplices, o en sistemas políticos que ya de inicio discriminan, es mejor no pensarlo, a muchos hombres les conviene que sólo se vea lo radical, lo visceral de todo esto. Hasta el punto de equiparar machismo y feminismo como extremos, pero sin buscar realmente el término medio, donde el mejor movimiento es no cambiar nada. Una opción, el feminismo, de una minoría poco representativa, equiparable a ser ecologista, una simple elección de unos pocos cuando es la lógica y natural elección, más en los tiempos que corren; meteorológicos incluídos.

En gran parte esta lacra social no se solucionará hasta que no lo tomemos en serio o al menos lo dimensionemos de verdad y no solo como un baile de cifras más. Sin pararnos en banalidades como el sexismo de la flexión de género en el lenguaje o el aspecto físico de quien protesta, no nos quedemos en la forma sino en el contenido real de la misma. Los hombres debemos tener la empatía suficiente para personalizar cada una de las injusticias socialmente aceptadas contra las mujeres en nuestras madres, hermanas y amigas más cercanas. Que nos duela, pero de verdad, que el maltrato no sea una noticia más en la tele, o una indignación políticamente correcta de café y cigarrillo hasta volver a hablar de la última aplicación para iPhone y olvidarlo todo. En definitiva, hace falta que los hombres nos tomemos la equidad social en serio, pero sobre todo, es necesario que hagan lo propio las mismas mujeres.