martes

Rompiendo el trépido hielo

Tengo tanto por lo que escribir, que por tanto, no escribo. Habría tantas cosas que decir, que expresar no consigo. Tantos motivos para ser feliz que, en un desliz, la facultad de enumerar he perdido. Tantas ganas de vivir, de disfrutar este momento, de sonreír y abrazar; que de dejar constancia en recuerdos, muy a mi pesar, con frecuencia me olvido.

Mas somos cuatro ya aquí, el milagro ha sucedido. Todos sanos, todos en casa, todos felices, todos unidos. El torrente de emociones es tal, que controlarlo hasta el momento no he podido. No hay presa que pueda parar una conciencia presa de sus latidos. De mis dos niñas. De mi ninfa y de mi perla. Lo reconozco: estoy enamorado perdido. 

Quiero que este post recupere el tiempo no invertido. Quiero que rompa un hielo, por más trépido y tímido que haya sido. Soy tan feliz que no se me nota, es tal la implosión de emociones que al externo nada ha salido. Tales son las ondas gravitacionales de ilusión que la luz no se ha escabullido. Y por tanto no es visible para ningún observador que lo haya requerido. 

Gracias a la vida que me ha dado tanto que diría Mercedes Sosa. Gracias por lo que queda por venir. Aquí estaremos para disfrutarlo. Y, una vez rota esta fina capa de escarcha, escribir y compartir. Dejar constancia en cada letra de que la magia existe y de que además, por suerte, sigo aquí para contarlo.

miércoles

Perla del Sur

Entre las zarzas del ayer y la niebla del mañana, una nueva luna blanca como la perla nos guía y nos rescata de la nada. Esa perla brilla y brilla, es luz nueva y radiante. Es y será en nuestra vida la celebración de un nuevo instante. Ninfa y perla se unirán con el amor de sus gestantes en un nuevo hogar, que será siempre nuevo, cambie la casa o no cambie. 

La pesadez e incertidumbre se disipan a su lumbre, gracias el fuego que se prepara, a la luz que se nos viene, a la sonrisa que nos aguarda, la mirada tan esperada. Preparemos un nuevo nido para nuestra segunda hada

Quedan aún 4 meses para ser 4 en casa. Pero en mi mente y corazón lo somos desde hace tiempo. En familia la luz es más clara, sólo en familia madruga el alba. Sólo sé que no sé nada. Sólo sé que quiero abrazarla.

viernes

Un día en el nuevo mundo

Amanece con el sabor a ceniza en las entrañas, la pereza y la apatía solo se ve superada por la aplastante rutina, la homologación y la esperanza de que algo cambie. En la calle poco cambia: el tiempo está detinido, las conversaciones son idénticas desde meses, como guionizadas; los actores saben como y cuando cambiar sus caretas: cuando toca esperanza, cuando preocupación, cuando condescendencia y sobretodo como de paternalista ha de ser el discurso. 

La hora de comer se sazona con el irremediable deporte de masa: infoxicarse de titulares, que no noticias. Fagocitar y facilitar la tendencia clickbait de titulares impactantes basados en estudios parciales o no verificados del todo. Hipótesis que se transforman en lapidarios titulares y así un día creo una cosa y al otro la contraria. 

Polarización de sobremesa. Negacionistas del Covid contra negacionistas de los efectos adversos de las vacunas. Y en medio a ellos, el razonamiento lógico de cada uno, con elementos verificables se ve aplastado. Deducciones gratuitas e inducciones ad personam que se pierden con el viento. Viento que se va, cada día y se lleva el tiempo en sus brazos. Ese rutinario constructo perdido en este día entre desesperación por un mundo inmerso en un caos sin futuro y la última banalidad mundial a la que prestar atención y desechar al dìa siguiente. El entretenimiento nunca fue tan de masa. La falsa libertad de elección del streaming o las redes sociales hacen el efecto del burro con orejeras. Y pido disculpas a los burros. 

Atardece en plena región del cansancio. El hastío supera la apatía, tanto que parecieren almas gemelas. Por fin tiempo libre para ser libre y recomponer la falsa libertad desperdiciada antes. Aquí gana quien sabe buscar sonrisas y encuentra abrazos. Quien, cómplice con el rojizo atardecer, sabe esperar para disfrutar de la iluminada muesca burlona lunar

La sobremesa de cena, la sobrecena. Zona para valientes. El sueño sustituye al hastío pero el tempus fugit cataliza nuestra energía. Hay tanto en que pensar que el pensamiento desborda; hay tanto que escribir que la pereza asola. No es miedo a la hoja en blanco, es parálisis a la abundancia de ideas y la escasez de estímulos. Y el ser consciente de que el día se acaba, y de que el siguiente no será igual, que no dejará las misma sensaciones. Que irá mejor. Relativizar. Respirar. Dormir. 

Después amanece, que no es poco. Y la acumulación de amaneceres hace macerar en el alma las ganas de transpirar lo que todo tu ser te pide, y con el sol o con la lluvia, llega el momento en que la mente fluye; y los dedos responden; y la pereza y la apatía no ganan. Y la vida sigue y seguirá, siempre y día a día siendo merecedora de ser vivida con el máximo de energía mental.

Vuelvo a escribir. O mejor dicho, vuelvo a publicar aquí. El 90% seguirá sólo escrito a mano en alguno de mis cuadernos; pero esto quiero externalizarlo. Me doy la bienvenida de nuevo a este espacio: Brainsploiding. Nunca debí abandonarlo.

lunes

Caricias de (ir)realidad

Son sombras ombrosas que pasean sin destino. Son amarguras vividas desapercibidas. Son ojos tristes que evitan cruces de miradas, sonrisas tapadas, ilusiones perdidas y esperanzas inhibidas. 

Con dos brazos que caen a ambos lados del cuerpo como péndulos, que de gel solo se alimentan y han olvidado abrazar. Son brazos blandengues porque solo se cruzan indignados o golpean mesas desesperados, o colocan el antifaz que nos recuerda nuestra penitencia. 

Somos animales que no ven sonrisas, no hablan con claridad los labios sellados, ni sienten el perfume de la primavera. Pero sobre todo, somos el tacto negado. El TACTO. El contacto indispensable

Es el primer sentido a través del cual conocemos el mundo. Y el último en desaparecer cuando dejamos flotar el último suspiro. Los enfermos de esta pandemia sufren pérdida de olfato y gusto. Pero a la entera humanidad (enfermos o no) nos han privado del mayor órgano de sentido

Está científicamente demostrado como el tacto de enfermeros y médicos ayude psicológicamente al enfermo en su proceso curativo y como la privación de abrazos y mero contacto físico en los años noventa, llevó a déficit cognitivos a niños de un orfanato rumano.

No sentimos la piel, no nos sentimos bien. Sin dopaminas ni endorfinas. Desangelados, siempre conectados; pero fuera de cobertura de nuestro propio ser. El tacto negado, el sentido olvidado. Los abrazos que se rompen en pedazos. Lienzos de una vidas de los que apenas se intuyen trazos.

Hoy no tengo un colofón a este post. Solo el deseo de volver a tocarnos.

jueves

Anorexia mental y bulimia autocomplaciente

Y entonces, el mundo cambió; aunque 2021 llega ya tarde para ver ese cambio.

Hoy toca reflexión personal, lo siento. Observo que el trabajo desde casa, el famoso smartworking, suena moderno pero deja regustos carcomados a viejo. Sinestésicamente, su melodía suena siempre a rutina. Cambian los escenarios y vestuarios de esa rutina, a la vez que aumenta el vacío, la sensación de socialización pérdida, la similitud de los días... Como si se dejase de ser parte de algo mayor, de estar integrado en algo mejor, de no ser más que una célula perdida y despojada de tejido en el que convivir. Como si la vida fuese inercia pura, sin más.

Cierto es que esta visión puede ser resaca de los meses que van desde septiembre hasta diciembre son los más plúmbeos en terreno laboral para mí; pero no es menos cierto que la apatía que actualmente nos invade se ha visto acentúada por la situación actual, que en mi caso (y en muchos) parece que ha venido para quedarse.

Esta rutina derivada en apatía crea, en mi opinión, una especie de anorexia mental de la que es difícil escapar. La falta de estímulos acompañada por el periodo histórico con más distracciones posibles, provoca un recreo en la banalidad (horas mirando el móvil) y un sentimiento de culpa de crisis nerviosa. Somos, en apariencia, amos de nuestro tiempo, más que nunca. Podemos aprovecharlo para hacer esas cosas que casi nunca podíamos en la oficina y adecuar los horarios a la propia vida personal. Muchas veces, acabamos haciendo lo contrario y, más bien, debemos adecuar nuestra vida personal a los horarios del propio trabajo. El peligro es obvio, con la apatía como norma se llega al punto de ver algo que la rompa como una temeridad.

Soy consciente de que estamos ante un cambio de paradigma, que esta sensación de extrañeza es temporal, que aunque en mi caso trabajaré siempre a distancia; las modalidades prácticas se irán amoldando y evidentemente hay tanto de positivo. No pretendo lamentarme de un problema nimio de primer mundo como éste, sino traer a la luz, algunas de las consecuencias que creo que acarrea. 

Esta falta de socialización y de cambio dinámico de escenario vital nos lleva a una especie de anorexia mental que intentamos colmar de distintos modos. Uno de ellos es el consumo exacerbado. Observo que llega un momento en el que pedir algo online, inscribirse a una plataforma de streaming o cualquier otra experiencia de consumo nos da la falsa sensación de libertad, de hacer algo más que trabajar, comer y dormir. De volver a controlar los días y las horas. Al fin y al cabo, recuperar la sensación de socializar. Eso sí, con nuestra identidad online dado que no podemos con la física y en un contexto distinto a la chat, ya canibalizada por el trabajo. 

Y es la identidad online o digital, el segundo punto que observo que ha evolucionado. No sé si para bien o para mal, pero ha cambiado para siempre. Hace unos meses escribía en este mismo blog sobre la identidad online y como, a veces, superaba a la física o real. Actualmente, pienso que nuestra identidad virtual ha superado y está ya más presente en nuestra cotidianidad respecto a nuestra identidad física. Llegando al punto de poner en duda cual de las dos debiera ser considerada real

Y el ciclo da inicio cada mañana y concluye cada noche. En la cama con mil pensamientos y cosas que hacer, que bien intuyes que no se harán. Hace tiempo, en marzo de 2020, escribí un post en que reflexionaba sobre como la situación de confinamiento nos había puesto en frente a un gran fuego, donde crear y reinventar. De ese fuego ahora quedan ascuas, que aprovechamos por ahora para hacer barbacoa y seguir tirando. Hemos de avivar ese fuego, hemos de encontrar nuestro lugar en esta nueva normalidad y no podemos tardar mucho en encontrarlo. De hecho, ya llegamos demasiado tarde...