domingo

Cuando la participación no es el problema, o no el más significativo. Sobre las elecciones europeas 2014.

Del día de reflexión al día de la participación. Será el dato acuciante con el que abran cada informativo, el descenso de los votante dentro de la horquilla convocada, la desafección hacia la política, con ciudadanos con instintos parricidas para con la democracia. Pasando por alto el alto número de ciudadanos que se encuentran fuera de su sede electoral (y no sólo fuera de España, sino también de su ciudad) a los que mediante barreras burocráticas no se les permite votar, la participación no es el problema; sino el concepto que compartimos de democracia.

No me considero de ninguna opción política, sí filántropo con criterios, pero mi opinión hacia la democracia y su malograda salud, temas ya tratados desde el Times hasta The Economist pasando por círculos de opinión de todo el mundo donde la espiral del silencio ha dejado de imperar, es bastante radical,en su sentido más etimológico. No existe la democracia y probablemente, tal cosa nunca existió, forma parte de la utopía ideológica humana.

Desde su platónico paradigma en Grecia (que recuerdo era una sociedad esclavista y clasista) hasta nuestros días, la palabra democracia ha sido siempre una idea, un objetivo o un concepto, nunca una realidad. Es democracia cuando se permiten ciertas libertades, ciertos derechos y muy determinadas formas de participación ciudadano, dentro de un marco de lo políticamente correcto, en resumen, es democracia comparada con la tiranía, la oligarquía, la dictadura o el gobierno de guerrilla militar. Pero no es el gobierno del pueblo, nunca lo ha sido.

En plena crisis de valores, económicos y sociales, no nos coge de sorpresa que nuestro egoísmo más animal e instintivo saque a pasear sus feroces garras; corrupción y explotación son solo dos arañazos más dentro del entramado que forman los oscuros sótanos de nuestra esencia. No se puede mejorar la democracia cuando el ser humano está en plena denigración. La democracia está más enferma que nunca, el ideal de democracia, porque en la práctica no existe.

Veamos un particular más, la guerra ucraniana actual (y sí, es una guerra civil aunque no se quiera decir). Rusia impera con total impunidad, ese adalid democrático que son las Naciones Unidas impone sanciones muy duras para frenarlo (perdón por el exceso de sarcasmo). Sanciones que Rusia puede impugnar en todo momento, o como se dice en la jerga, vetar. Básicamente, no acatar el castigo internacional por invadir otro país, con la pueril justificación de no querer hacerlo. Y esto sucede en la era de la democracia.

Pero no hace falta ir a los extremos, ni demonizar aun más al ex KGB. Una cosa tan socialmente aceptada como el G8, me resulta la cosa más aberrante en cuanto a justicia social y democracia. ¿Qué sentido tiene que un conjunto de países decida las reglas del juego? ¿Qué tiene de democrático? No obstante a todos resulta natural dicha jerarquía.

Hoy son las elecciones al parlamento europeo. La fiesta de la democracia continental. Pero la población no elegirá al próximo presidente del Consejo, solo dará su opinión. Serán el conjunto de jefes de Estado quien decidan, sin estar obligados a acatar la decisión del pueblo, quien gobernará dicho organismo. Menos mal que vivimos en democracia...