martes

Cuotas de humanidad con intereses

Vergonzoso, lamentable, verdaderamente indigno. Se agotan los calificativos para lo que está haciendo este gobierno. Si en política doméstica y tras la aprobación de la ley mordaza, se vuelve a tiempos oscuros (y no es algo que diga sólo yo, el propio New York Times le ha dedicado un editorial) no lo estamos haciendo mejor en política exterior.

Medio mundo se echa las manos a la cabeza por la construcción de una barrera más alta en Hungría para evitar el paso de serbios y macedonios o por la interminable deriva de personas de etnia Rohingya perseguidos en Bangladesh y no considerados ciudadanos (y por tanto rechazados) en Tailandia y Malasia; condenados a morir en el mar, sin identidad, sin dignidad. Mientras esto sucede, nosotros en España continuamos a devolver a los REFUGIADOS (en mayúscula, dado el matiz despreciativo que últimamente se adueña de la palabra inmigrante, digamos las cosas como son: refugiados que escapan de guerras y terrorismo diario) negándole todo derecho a ser identificados como tales, tras la tortura de las cuchillas de la valla.

Hoy se ha escrito un nuevo epígrafe en el capítulo de nuestra nefasta presencia en política exterior, que hace pesar el libro de los horrores de la España de hoy día. Tras la EMERGENCIA (también en mayúsculas, porque vivo en Italia y creedme, aquí llegan el doble de refugiados que a España) de Italia y Grecia, a causa de una África en guerra contínua: Frente Al-Nusra, Boko Haram, el infierno eritreo, la anarquía líbica o el continuo belicismo sud sudaní, sirvan de ejemplo. Como decía, a causa de esta emergencia humanitaria y gracias a la presión popular (y no al contrario) la Unión Europea se ha visto obligada a romper con su estado de inactividad por inercia.

Se ha debido llegar al extremos en Ventimiglia en la frontera Italia-Francia y con la acampada improvisada de las estaciones de Roma y Milán, para que se reaccione. Una acción que agradecerán sobre todo los habitantes de Lampedusa y el sur de Sicilia, que se ven desbordados a cada día que pasa. Sin olvidar la isla de Kos en Grecia.

Se ha llegado al extremo, al máximo de la hipocresía, al utilizo superfluo de la palabra solidaridad europea; que brilla por su ausencia. En este contexto, la solución parecía pasar por cuotas obligatorias de acogida de refugiados. Solidaridad y humanidad obligada. No obstante, este sistema de cuotas se mueve, por directivas europeas, sobre base voluntaria.

A estas cuotas, calculadas teniendo en cuenta la población, el PIB, el nivel de desempleo y otros parámetros macro y microeconómicos, se han negado países como Hungría y Austria, y han mostrado públicamente su rechazo Polonia y España. Sí señor, nuestro país destaca una vez más por la intolerancia y la falta de humanidad de sus gobernantes.

No creo que el sistema de cuotas no es justo, la mayoría de estas personas tienen familiares o amigos residiendo en algún país concreto de la Unión Europea. Que me obliguen, por ejemplo, a vivir en España, cuando mis hijos residen en Alemania, no es una gran solución; sino una patada hacia adelante.

Si realmente se quiere solucionar estos flujos migratorios, se debe atacar a su causa. Ayudaría mucho dejar de vender armamento a los grupos terroristas. Y España, siendo uno de los que más exportan a países como Arabia Saudita o Catar (cuyos oligarcas invierten mucho en estas "revoluciones islamistas") tendría mucho que decir en el tema. Y nosotros, como españoles, mucho de lo que avergonzarnos, una vez más...

sábado

MKT

Vende. Como quieras, pero vende. Comunica pero vende. Con buen diseño pero vende. ¿Entiendes?
No importa, la situación del ciudadano; el ciudadano es un cliente. No son la audiencia son clientes. Ellos nos pagan sonrientes. Son nuestra razón de ser.

Comunica, con buen diseño si quieres, que se entienda y se perciba, letra legal en cursiva, más pequeña de lo normal. Alimenta. Esta industria se alimenta. Es la que a ti te da las rentas. El sistema se perpetúa, tiene tu mente como ofrenda y tú lo sabes bien.

Vende. Y recuerda la santa triada: facturado, margen y útil. Del resto no importa nada. Sólo el cliente, si se vende. Por ende, vende. Y que sonrían jerifaltes, que sigan siendo gigantes, esclavizados desde lactantes por la sociedad que les tocó vivir.

Tú que me lees, compra. No se te olvide. Compra. Necesitas tantas cosas, sin esos objetos no podrías vivir. Que la cadena no se rompa. Sé un cliente feliz. Felicidad febril.

lunes

Autoretrato del niño dentro de la piel del oso

A veces creo no estar preparado para la vida adulta, no son pocas las ocasiones en las que la idea de rutina aparece dolorosa, como mil alfileres por toda la piel. La vida era más fácil cuando era un juego, un juego en el que divertirse, divertirse que era vivir; una vida que divertía. No son las responsibilidades, sino la actitud lo que importa. Realmente estoy preparado aunque a veces crea lo contrario, solo que la mente vuela a cotas de altura que la razón desconoce.

Temblor social sin epicentro aparente, derroche de nervios a flor de piel y estándares contradictorios, como caminos de albero que no llevan a más que a la polvareda que se levanta al caminar por ellos. A veces la interacción cuesta, también cuesta creer que se vaya a peor, que se degraden lazos, que se intimidiscan miradas, que buscan un trasfondo, que husmean un horizonte cristalino y no encuentran más que rutilante parsimonia, con algún sobresalto puntual, en su mayoría en forma de desafío, como reminiscencia del juego perdido.

La vida deja de ser juego, o al menos, pierde un poco esa característica, o bien invierte marcha con el horizonte tras las cortinas. Se cierran ventanas y se abren puertas hacia una habitación minúscula pero con amplios pasillos. La vida adulta te permite ir por el centro y llamar la atención del resto, creando envidia y admiración a partes iguales. O ir pegado a un lado o al otro del mismo, correr, saltar, detenerte peligrosamente o arrastrarte. Pero es siempre un pasillo, amplio, pero con límites.

La imaginación desborda como consecuencia lógica, la escritura materializa los mundos que en ella se intuyen. Ríos de tinta y lagos de bytes. Sin ningún objetivo más que relajar una mente que no para, que no sabe dejar de volar y que aprovecha el ansía del día a día como catalizador.

Socialmente no es fácil compatibilizar la enorme actividad interna con una aparente tranquilidad que roza lo aburrido. No hay nada más aburrido que un hombre que no se aburre. El aburrimiento mata, pero tiene un rigor post-mortem que obnubila los sentidos. Sin hastío no habría nada que lo remediara, el binomio funciona también aquí, el niño sale de la piel del oso para volver dentro con fuerza. No por prisas, ni por necesidad; es por obedecer su naturaleza más íntima. La que le define, por la que jamás nadie le habría definido.

No hay sombras ni traumas, ni pasados ni presentes, sólo pueriles deseos de jugar. De que la vida adulta sea también juego. La vida sigue siendo maravillosa, cada vez más. corazón, mente y manos están pletóricos, no es esa la cuestión. Volvamos a lanzar los dados y pasar horas divagando sin presión. Juguemos la vida (una vez más).